ACTUALIDAD DIOCESANA

10/04/2020

La pasión de Jesús desde el trauma

Santiago Guijarro Oporto, sacerdote operario diocesano y catedrático de Nuevo Testamento en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, nos ofrece esta reflexión para esta Semana Santa de 2020.

 

El texto fundamental de la Semana Santa es el relato de la pasión. En este relato se encuentran los acontecimientos que actualizamos en la liturgia y también los que evocamos en los actos de piedad. Este texto es como el pentagrama sobre el que cada año en estas fechas escribimos los creyentes las notas de nuestras vivencias de fe personales y comunitarias.

Al rememorar los acontecimientos narrados en este relato en tiempos de bonanza y tranquilidad, la mirada del creyente se fija agradecida en el efecto salvador de la entrega de Jesús por nosotros. La piedad popular, en un registro más emotivo, considera la soledad de Jesús, abandonado por los suyos, falsamente acusado e injustamente condenado, y se apresta a acompañarle en los diversos momentos, orando junto a él o siguiendo los pasos que representan su desamparo y su sufrimiento.

Este año, sin embargo, la mayoría de los creyentes no podremos celebrar estos misterios ni realizar junto con otros estos actos de piedad. La forzada reclusión nos mantendrá a cada uno en nuestra casa y sentiremos la añoranza de celebrar en comunidad estos misterios que sostienen nuestra vida y nuestra esperanza. Para sobrellevar esta situación, vamos a recibir numerosas propuestas que, de una forma u otra, tratarán de paliar esta añoranza ofreciéndonos sucedáneos para hacer lo que siempre hemos hecho en estos días y ahora no podemos hacer.

Vivir la pasión desde el trauma que está generando la pandemia

Jesús condenado a muerte / Sieger Koder

Todo ayuda y, por eso, no es mi intención descalificar estas propuestas, que sin duda van a hacer mucho bien a muchos creyentes. Sin embargo, creo que sería bueno caer en la cuenta de que estamos viviendo un momento distinto, y de que este momento distinto es un tiempo oportuno para vivir la Semana Santa de otra forma. Convencido de ello, me atrevo a proponer otra lectura del relato de pasión; una lectura que se acerca a él desde el trauma que está generando la pandemia que sufrimos.

En realidad, no se trata de una lectura original. Se inspira en la que hizo de este relato el Evangelio según Marcos, que fue el primero que integró el relato de la pasión en una narración más amplia sobre la vida de Jesús. En esta narración biográfica que es el Evangelio según Marcos, al relato de la pasión se llega desde de un enigmático discurso en el que Jesús instruye a sus discípulos más cercanos sobre el momento y la forma en que tendrá lugar la destrucción del templo (Mc 13).

La colocación de este capítulo, justo al final de la actividad pública de Jesús y antes del relato de su pasión, resulta extraña desde el punto de vista de la lógica narrativa; es un capítulo desplazado, desubicado. Sin embargo, cuando los últimos capítulos del evangelio se leen con atención, se percibe que esta instrucción final de Jesús está estrechamente conectada con el relato de la pasión. En ella, por ejemplo, Jesús anuncia a sus discípulos que serán entregados a sanedrines y gobernadores, y esto es lo que le sucede a él en el relato de la pasión; Jesús recomienda a sus discípulos repetidamente que estén vigilantes, y eso mismo es lo que él hace (y sus discípulos más cercanos son incapaces de hacer) cuando ora en Getsemaní. No cabe duda de que existe una relación, pero ¿en qué consiste?

Jesús cae bajo el peso su cruz / Sieger Koder.

A esta pregunta se puede responder observando cómo se maneja el tiempo en el relato. En la narración de Marcos, la historia de Jesús se sitúa en el pasado durante los doce primeros capítulos. En el capítulo trece, sin embargo, se mira al futuro desde ese pasado; y lo que se encuentra en ese futuro que se contempla desde el pasado de la vida de Jesús es el presente de los que escuchan el relato; luego, desde ese futuro, que es el presente de los lectores, se vuelve la mirada otra vez hacia el pasado para contemplar desde él, la pasión de Jesús.

La pasión se lee, por tanto, desde la situación de los destinatarios evocada en el capítulo trece, el cual contiene una instrucción aparentemente reservada a unos pocos, pero que en realidad se dirige a todos: «Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos» (Mc 13, 37). Hay que preguntarse, por tanto, cuál es la situación a la que se hace referencia en este enigmático capítulo, porque solo así podremos identificar el punto de vista desde el que el relato de Marcos nos propone leer la pasión de Jesús. Esta situación es, a todas luces, una situación traumática.

Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén / Sieger Koder

En este capítulo se habla de guerras, cataclismos y hambre, pero también de persecuciones, delaciones, asesinatos y múltiples tribulaciones. Los estudiosos piensan que este lenguaje apocalíptico alude a una situación real y muchos identifican esta situación con el clima creado en Palestina después de la guerra judía. El historiador Flavio Josefo, que vivió aquellos acontecimientos, describe esta situación en unos términos que concuerdan con lo que dice Marcos: «Unos disturbios terribles se apoderaron de toda Siria: todas las ciudades se dividieron en dos bandos, y la única forma de salvarse era que los unos se anticiparan a dar muerte a los otros. Pasaban los días entre sangre, las noches, por el miedo, eran aún peores». Es, por tanto, desde esta situación traumática desde donde el Evangelio de Marcos invita a contemplar la pasión de Jesús.

Sieger Koder

Esta propuesta de Marcos es muy particular. Los demás evangelios concluyen también con el relato de la pasión, pero lo contemplan desde otros puntos de vista. Tampoco nosotros estamos habituados a leerlo desde esta perspectiva. Sin embargo, la situación traumática que estamos viviendo nos ofrece la oportunidad de recuperar la propuesta que Marcos hizo a sus lectores y acercarnos a dicho relato desde el trauma que está generando esta pandemia. Sería contrario a nuestra fe evocar la pasión del Señor sin tener en cuenta lo que está pasando, ajenos al miedo, la incertidumbre, la carestía, el sufrimiento, la soledad o el abandono que estamos viviendo en estos momentos.

Jesús modelo para afrontar esta situación traumática

María sostiene a Jesús en sus brazos / Sieger Koder.

Es aquí donde la mirada a la pasión de Jesús que propone el Evangelio según Marcos puede ayudarnos a orientar la nuestra. Desde la experiencia traumática de una postguerra (o de una pandemia), el creyente no se acerca a la pasión del Señor como un observador externo que reconoce y agradece su entrega, o le acompaña en su desamparo y soledad, sino que lo hace desde dentro, desde el miedo, el sufrimiento, la soledad y el desamparo, buscando en ella luz y sentido para la situación que está viviendo. Jesús, a quien el creyente mira con fe, se convierte entonces en un modelo para afrontar dicha situación.

Desde esta perspectiva, las diversas escenas del relato de la pasión cobran nuevos sentidos, que cada uno puede ir descubriendo en una atenta meditación. Leyendo este relato, observaremos que el narrador no nos oculta en ningún momento el sinsentido de lo que le sucede a Jesús: el dolor de la traición, la injusticia de la entrega, el ensañamiento de los castigos o la soledad de la cruz. Estas son las circunstancias, pero lo que de verdad le interesa subrayar es cómo se sitúa Jesús en ellas, cómo reacciona ante lo que se le viene encima. Su forma de reaccionar y de situarse es la que de verdad interpela al lector, porque no le da respuestas acabadas, sino que le sitúa ante el misterio del miedo, del abandono, de la soledad y de la muerte.

Oración en Getsemaní / Sieger Koder

En situaciones como la que estamos viviendo, los creyentes nos situamos espontáneamente junto a Jesús en la escena de Getsemaní para compartir con él la oración de abandono a la voluntad de Dios, pero, si seguimos leyendo, observaremos que su actitud es cada vez más pasiva, que cada vez habla menos; hasta que, en medio de este silencio, su grito resuena desde la cruz con tonos casi blasfemos: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Este grito es, al mismo tiempo, un reproche y una oración; Jesús pone en manos de Dios el sinsentido de su muerte. Y, tras la muerte en soledad, el silencio de la sepultura; enterrado casi a escondidas, como muchos de los muertos de esta pandemia. El relato de Marcos no le quita nada de su crudeza a la pasión de Jesús, sino que invita a los lectores a entrar en ella compartiendo los mismos sentimientos de Jesús y reconociéndose en sus actitudes.

Posibilidad de un nuevo comienzo

En este relato, sin embargo, la pasión no es el final de la historia, ni la muerte tiene la última palabra. La escena de las mujeres que van al sepulcro la mañana de Pascua invita a los lectores a mirar más allá de los acontecimientos que están viviendo: «¿Buscáis a Jesús, el de Nazaret, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí». Hay que ir a buscarle a otro sitio: «Va delante de vosotros a Galilea, allí le veréis». La contemplación de la pasión del Señor desde la experiencia del trauma no conduce, en el relato de Marcos y en la experiencia del creyente, a la resignación o al abandono fatalista, sino que abre la posibilidad de un nuevo comienzo. La victoria de Jesús sobre la muerte, que vamos a celebrar también en esta Pascua, es una invitación a volver a Galilea para «ver» a Jesús, es decir, para contemplar con ojos nuevos cómo hace presente el reinado de Dios y, desde esa contemplación, ensayar, nosotros también, un nuevo «comienzo del evangelio» (Mc 1,1).

 

¿Te gustó este artículo? Compártelo
VOLVER
Actualidad Diocesana

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies