09/01/2024
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
Este martes, 9 de enero, se cumplen dos años de la toma de posesión de Mons. José Luis Retana como obispo de Salamanca. En su primera homilía, el prelado afirmó que quería poner el bálsamo del Señor, “en todas nuestras heridas” . Y añadió que la humildad y la pobreza, “es la condición necesaria para vivir lo que somos”. Además, reconocía que venía a Salamanca, “a trabajar generosamente y a entregar la vida”.
Justamente, va a hacer ahora los dos años de mi llegada como obispo a Salamanca y a Ciudad Rodrigo. Y ha habido de todo. Yo, si tuviera que definirlo diría que repartido o repartiéndome. Porque, sobre todo, para la liturgia de estos días, tan rica y tan variada, y tan abundante, lo que hacemos es alternarnos en las dos diócesis. Es decir, la Nochebuena la pasé aquí en la Catedral, y la Navidad, en Ciudad Rodrigo. El 28 de diciembre llevamos varios años que nos juntamos mis hermanos, somos cuatro, y yo creo que es la única vez que lo hacemos. El 31 también estuve en Ciudad Rodrigo, y el 1 y el 6 de enero, en Salamanca, y el año que viene lo haremos al revés.
Estos días son para vivirlos como los vivió el Señor, con toda la sencillez y la pobreza. En Ciudad Rodrigo he visitado a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, que hacen una labor extraordinaria, y también a las Carmelitas. Y en Salamanca, el día 24 estuve junto a mi familia en el Comedor de los Pobres. El día 3 de enero, dedicamos la mañana a Cáritas, visitando la Casa de acogida Padre Damián y el Centro de día, y por la tarde, en el hospital también tuve ocasión de visitar a algún enfermo.
La verdad es que te conmueve, porque yo creo que hay más pobreza en la ciudad de lo que podemos pensar, y te conmueve, sobre todo el trabajo de los voluntarios, callado, diario, de gente buena que dedica parte de su vida a ayudar a otros. Es una tarea ingente que tenemos que sostener entre todos.
Siempre pensamos que la tarea de construir la paz es una cuestión solo de los políticos o de los estados. Creo que solo tenemos paz cuando la promovemos también nosotros y somos capaces de promoverla. Y uno de los regalos más grandes que puede haber es la persona que promueve la paz a su alrededor.
No podemos esperar que los poderes construyan la paz, sino que hay que pedirla. Yo lo hago todos los días al Príncipe de la Paz, a quien justamente hemos celebrado estos días, su nacimiento. Además, debemos convertirnos en constructores de paz, cada uno en su ambiente, en su familia. Y lo primero en su barrio, en su casa; esto implica dedicar más tiempo, a mi pareja, a la convivencia gozosa de mis hijos, a mis amigos o al vecino que vemos necesitado. No preocuparme solo de mi bienestar, sino saber que a mi alrededor hay gente a la que yo puedo ayudar, que es la paz en las relaciones cotidianas.
Como comenzamos el año siempre de la mano de la Virgen, y en mi lema episcopal yo tengo esa palabra: “fiat” (hágase). Porque a veces no se trata de que se cumpla el plan que yo tengo, sino que se cumpla el plan de Dios sobre cada uno de nosotros. Para mí, lo más importante es vivir en serio mi vida cristiana y de sacerdote, y mi seguimiento de Jesucristo.
A mí me parece que es una reflexión de principio de año también, que es un grave pecado dilapidar el tiempo, la vida es demasiado breve y demasiado importante para que la malgastemos. Para este curso hemos fijado unas prioridades, sobre todo, estamos trabajando en el estudio del marco geográfico pastoral de futuro de nuestra diócesis, es decir, cómo cuidar pastoralmente a nuestras gentes. Hay otro objetivo para este año que es impulsar la pastoral vocacional sacerdotal, porque es un problema que tenemos en toda la Iglesia, y en nuestra diócesis. Y también, el problema del primer anuncio. Son muchos bautizados, y hay que renovar ese encuentro con el Señor que es el Bautismo.
Lo primero es ser conscientes de lo que significa el Bautismo. En mi habitación tengo una partida de mi bautismo, una transcripción hecha por mi padre, con la letra hermosa que tenía él. Es un regalo que me hizo una vez, y allí está para que cuando me despierte lo primero que vea sea mi partida de bautismo, para recordarme que el Bautismo es lo más importante, lo más grande que se nos ha regalado. Es como si Cristo te abrazara y te dijera, me perteneces, eres mío para siempre, y lo que ocurre en tu vida no te separará de mí, porque yo voy a estar contigo toda la vida, hasta el fin del mundo.
Lo que pasa es que es necesario despertar la fe, pero una fe vivida, es decir, ¿qué tiene que ver mi fe con mi vida? Con los acontecimientos de mi vida, con las cosas importantes de mi vida. ¿Cómo me ayuda la fe a vivir mejor mi matrimonio, mi juventud, mi noviazgo o mi filiación con mis padres, o la relación en el trabajo, con mis amigos? Cómo la fe tiene que ver con la vida y cómo la vida vivida con fe, vivida con Cristo, es mucho más hermosa y es mucho más apasionante que ir al ‘trantrán’.