ACTUALIDAD DIOCESANA

14/11/2019

La vocación sacerdotal de un joven de Cantalapiedra

Este curso, Mario Cabrera, de 20 años, ha comenzado su formación propedéutica en el Seminario de Salamanca, dentro del Teologado de Ávila.

Mario Cabrera sintió que el Señor le tocaba el corazón y que su camino en la vida sería junto a Él. Este joven de Cantalapiedra, de 20 años, reconoce que la decisión no ha sido fácil: “Es ir a contracorriente de lo que piensa el resto de la gente, pero al final es el Señor el que te toca el corazón y tienes que decidirte”. Y este año ha dado ese paso y ha entrado en el Seminario de Salamanca.

La diócesis cuenta en la actualidad con tres jóvenes en formación en el Teologado de Ávila, todos ellos del arciprestazgo de Peñaranda-Calvarrasa-Las Villas. Mario Cabrera ha comenzado el denominado periodo del propedéutico, de iniciación, “es una novedad, con momentos de formación en la Universidad, los lunes, martes y jueves, y los miércoles y viernes, en la casa, más relativa a nosotros, sobre cómo nos sentimos, nuestra vocación, etc.”. El grupo de cinco jóvenes que se encuentran en ese periodo formativo, junto a Mario, hay vocaciones de Segovia, Plasencia, Zamora y Ávila, llevan otro ritmo dentro del Teologado, “aunque las oraciones y la liturgia de las horas la hacemos juntos”.

Su vínculo a la parroquia de Cantalapiedra es constante desde niño. “Primero por mi familia, y después, me fui involucrando junto a sus párrocos anteriores, Tomás Gil y Juan Andrés Martín, y con el actual, Anastasio Fariza”, relata. Otro puntal en su decisión ha sido el grupo de jóvenes de su arciprestazgo, al que pertenece desde que se confirmó a los 15 años. “Nos reunimos una vez al mes, donde tratamos oraciones y formación, además de organizar convivencias con los niños”, detalla. En concreto, realizan hasta tres, en Adviento, Cuaresma y Pascua, y en verano, el campamento. Este grupo está formado por cerca de 20 jóvenes de entre 16 y 38 años.

Vocación sacerdotal

En cuanto a su vocación sacerdotal, este último año ha sido clave para tomar la decisión: “Comencé a estudiar Historia, pero descubrí que no era lo mío, y fue entonces cuando pensé que quizás el Señor quería otro camino para mí”. Su primera reacción fue tratar de ocultar esos pensamientos, “me decía a mí mismo que me quitara la idea de la cabeza, que no era lo mío, pero al final, el Señor te va agarrando, te va haciendo suyo y tienes que tomar una decisión”.

El punto de inflexión fue tras realizar unos ejercicios espirituales en el monasterio de la Trapa, en Palencia, junto a los seminaristas Alfonso Hernández y Ciriaco García; y los sacerdotes, Tomás Gil y Juan Andrés Martín. “Fue cuando me lancé, me tocaba, el Señor me agarraba y me decía, ¡vente!”. Una vez dado ese paso confiesa que fue duro: “luego es mucha alegría la que se siente”, admite.

Por otra parte, Cabrera es consciente del reto de futuro al que se enfrenta, “pero lo hago con mucha esperanza y alegría, sabiendo que el Señor, aunque seamos poquitos, nos sigue llamando”. Lo tiene muy claro: “Es un reto muy grande, y bonito”. Todo el camino que le espera lo afronta con esperanza y alegría, “porque, aunque sabemos que somos poquitos, somos los que estamos, y hay que hacer lo que el Señor nos pida y tirar para adelante”.
En cuanto a la postura de su familia, indica que, al principio, “les costó”, pero como también comenta, “ahora están encantados de que haga lo que me gusta, y sobre todo, lo que el Señor me pida, y están muy contentos”.

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