09/04/2024
En el contexto occidental en el que vivimos, cuando nos ponemos a valorar pastoralmente nuestra tarea comienza a aparecer una larga “lista” de “cosas por hacer” que no solamente no parecen terminar nunca, sino que, sobre todo, requieren atenciones eclesiales y pastorales que presentan todas el mismo grado de urgencia. Esto abarca desde la incorporación de los laicos a la misión eclesial, la evangelización de los jóvenes, la pastoral vocacional y la escasez de respuestas, un mayor protagonismo y responsabilidad de la mujer en la Iglesia, hasta la importancia de estar en los medios digitales, cómo llegar a los alejados y la necesidad del primer anuncio. También se destacan la problemática de los padres jóvenes en la iniciación cristiana de sus hijos, la vida concreta del clero y los casos de pederastia, las nuevas pobrezas y situaciones sociales que desafían la vida social, las unidades de pastoral y el envejecimiento poblacional, el diálogo fe y cultura, las cofradías y su inserción eclesial, los ministerios laicales, la reformas estructurales de parroquias, unidades pastorales y arciprestazgos, el futuro del patrimonio artístico y cultural de la diócesis… Y podemos añadir el ámbito familiar, el campo escolar y educativo, el social, el deportivo, el de tiempo libre, la extraordinaria capacidad para viajar y hacer turismo,…
¿Y quién podría negar que se necesitaría todavía otra palabra eclesial más convincente sobre el compromiso de los cristianos en la vida política y el trabajo por la justicia, sobre lo fundamental que es la difusión de la doctrina social de la Iglesia para una ciudadanía honesta y colaborativa de todos, sobre la decisiva implicación de los creyentes en la causa ecológica y… sobre tantos, tantos y tantos temas más? Seguramente nadie lo negará.
Con todo esto en la mente, en el corazón… y en el “cartel” de las programaciones, será muy difícil generar una pastoral nueva, e imaginar un cristianismo nuevo. A este respecto, necesitamos salir lo más pronto posible de este modo de acumular urgencias y de pensarlas todas en el mismo plano, como si de la lista de la compra se tratara. ¡Salgamos de esta “espiral programática”! Acerquémonos a este número de Evangelii Gaudium 35:
“Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante”.
Y así es exactamente: cuando todo es importante, nada resulta importante. Por tanto, es preciso concentrarse en lo esencial, que es también lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y también lo más necesario. Es decir, para nosotros, los creyentes, todo eso es el Evangelio de Jesús y el Jesús del Evangelio.
¿El ciudadano medio de nuestra diócesis nos ve centrados en lo esencial, bello, atractivo y necesario? ¿O se encuentra con una lista de propuestas y transmisión desarticulada de multitud de doctrinas que se intentan imponer a fuerza de insistencia y múltiples actividades? ¿No es verdad que nuestras programaciones comunitarias, parroquiales, diocesanas,… son muchas, repetidas y que enamoran muy poco?
A este propósito recogemos las preguntas de este teólogo, que animamos a leer:
“Pensemos concretamente en los cantos que entonamos, en el estilo “monotonoteísta” con el cual celebramos –la expresión se remonta a Nietzsche-; en las homilías que caen a plomo de lo alto, como pájaros moribundos; en la obsesión de nuestros fieles por las misas de difuntos; en el planteamiento sustancialmente escolar de la catequesis de niños y adolescentes; en la inexistente atención al mundo adulto; en la repetición de pequeñas y grandes devociones a los santos, que se remontan a la noche de los tiempos. ¿Dónde podría encontrarse a Jesús en un contexto semejante? ¿De qué modo, en qué condiciones puede surgir un deseo de Jesús? ¿Cómo puede llegar una persona cualquiera a comprender que es justamente Jesús lo más esencial, lo más bello, grande, atractivos y necesario que se da en el cristianismo?” [1].
Un cristianismo de futuro pasa por presentar no una “lista de acciones pastorales”, todas igualmente urgentes, que nos deprimen porque no damos la talla y somos incapaces de abordarlas, sino por comunicar a todos lo más esencial, bello, grande, atrayente y necesario que podemos ofrecer a nuestros contemporáneos: Jesús y su Evangelio. La propuesta, cuando se simplifica, no perdiendo profundidad y verdad, se vuelve más contundente y radiante.
Tomás Durán Sánchez, párroco in solidum de Doñinos de Salamanca
[1] Cf. Armando Matteo. Opción Francisco. Por una imaginación del cristianismo fututo. PPC 2023, pág. 57-68.