ACTUALIDAD DIOCESANA

31/07/2020

“Lo más duro ha sido ver morir a la gente sola, porque querías estar con ellos y no podías”

El responsable de Pastoral de la Salud y capellán del Complejo Asistencial de Salamanca, Fernando García, relata su experiencia en el hospital en la crudeza de la pandemia de la covid-19

 

En una época de rebrotes en diferentes puntos de España de la covid-19, el director del Servicio diocesano de Pastoral de la Salud y capellán del Complejo Asistencial de Salamanca, Fernando García Herrero, repasa las semanas de mayor crudeza de la pandemia, que como él mismo relata, tuvo la suerte de poder estar cerca de los enfermos y del personal sanitario.

Como este sacerdote diocesano recuerda, antes incluso del estado de alarma ya se suspendieron las visitas regulares a los pacientes por las habitaciones: “Porque era una fuente de transmisión del virus para llevarlo de un sitio a otro”. Desde ese momento, los capellanes realizaban una atención mínima a las personas que necesitaran un sacramento o una atención espiritual demandada.

El equipo de sacerdotes que ofrecen el servicio religioso en el hospital fue reducido a tres personas, ya que, como apunta Fernando García, “cuatro compañeros tenían riesgo por patología previa o por edad, y otro de ellos pilló el virus en la primera semana”. Este capellán recuerda que, en esa primera semana tras el inicio del estado de alarma, “se produjo un cambio radical en el hospital, que quedó hermético, allí solo entraban los trabajadores y desaparecieron las consultas, salvo las Urgencias”.

Preparados “para la batalla”

Los primeros días, los sacerdotes, por turnos de dos y tres días, se quedaron la mayor parte del tiempo en la capilla del hospital: “Lo primero que se nos ocurrió fue abrir las puertas de par en par, para evitar que se tocaran los pomos, pero vimos necesario otros gestos, como colocar la custodia en el altar para su exposición, la Palabra en un atril junto a la puerta, y un poco de música… para hacernos más visibles”, detalla. Además, decidieron colocar junto a la Biblia un cubo para depositar intenciones de las personas que por allí pasasen.

“Allí solo se escuchaban los carros de la limpieza, reinaba el silencio, y los primeros días era como prepararse para la batalla del enemigo que llega”, describe. Desde el servicio religioso del hospital siempre han querido “dar un punto de luz y esperanza desde la capilla, con la celebración de eucaristías, y en Semana Santa, de los actos propios”.

Como describe Fernando García, llegó un punto en el que decidieron salir de la capilla y empezar a recorrer las plantas, con las medidas oportunas: “Y empezamos a ver a algunos pacientes desde la puerta, y sobre todo, a los sanitarios, por todos los servicios, también a los celadores, personal de cocina, lavandería, etc. E incluso, en la UCI, simplemente para saludarlos”, admite. Este responsable de la Pastoral de la Salud cree que ese contacto personal, “ha sido muy importante, porque a veces, el personal sanitario nos pedía que rezáramos por ellos, para que se mantuviesen firmes”.

Con el equipo oportuno

Y a la hora de entrar en una habitación con un paciente covid-19, que pedía su asistencia religiosa, “nos poníamos el traje EPI, un gorro, gafas, varios pares de guantes y mascarillas…”, aunque admite que lo más habitual era saludar desde la puerta y mantener una pequeña conversación”. Para Fernando García, “esa relación diaria con los enfermos era lo que más nos ha llenado, de tiempo y el sentido de nuestra presencia allí”.

En cuanto a relatar lo más duro de esta pandemia vivida en el hospital, este sacerdote diocesano lo tiene claro, y se emociona al recordarlo: “Ver morir a la gente sola, eso ha sido lo más duro, tener que dejar a la gente sola”. En este sentido destaca el papel del personal sanitario, “como tarea habitual de médicos, enfermeros y auxiliares, la presencia humana, aunque casi no se les veía la cara”. Fernando tiene claro que ha sido lo más duro de todo, “ver morir a la gente sin la compañía de los suyos, y te gustaría estar allí con ellos hasta el final, pero no puedes quedarte, solo tienes un tiempo, es cuando entonces caen en manos de Dios”.

Este presbítero también reflexiona sobre el papel que ha desempeñado la fe en tiempos de pandemia, y sobre todo, en los momentos más duros: “La gente creyente se ha apoyado en la fe, y le ha ayudado a levantarse, a vencer los miedos, a encontrar cada día la fuerza necesaria para continuar y no abandonar”.  En cuanto a los que no tenían fe, este sacerdote considera que los creyentes era un referente, “en estos momentos límites está ahí, y aparece como una pequeña luz”. Porque Fernando precisa que los creyentes “viven la enfermedad y la muerte con más paz y confianza”. Por otra parte, apela a que este tiempo de pandemia, “se ha mostrado la bondad y la calidad de la gente que no aparece en la vida ordinaria”.

La recuperación de los enfermos

Fernando García también menciona lo más bonito y reconfortante de ese tiempo vivido: “Después de haber visto y palpado la gravedad de muchos hermanos en la UCI y en plantas, como salen adelante, como vuelven a respirar por sí mismos, de nuevo conscientes… porque cada avance era una victoria, sobre todo debido a la constancia y esfuerzo de los sanitarios”. Además, ha sido una satisfacción personal, “poder estar allí, una gracia extraordinaria, porque nunca he tenido miedo en ningún momento, pero me he emocionado mucho, he llorado muchas veces, y doy gracias a Dios por sin esperarlo, haber podido estar allí”. De hecho, confiesa que nunca ha tenido miedo al contagio, “si llegaba es que tenía que llegar, siempre sin miedo, pero con preocupación, siguiendo el protocolo marcado”.

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