17/10/2020
En el evangelio de este domingo, los fariseos le ponen una trampa a Jesús, una de esas por las que, conteste sí o no, tendrían un motivo para acusarle. Le preguntan: “¿Es lícito pagar el impuesto al César o no?”. Jesús entra a fondo al tema y lo resitúa desde lo profundo: “Enseñadme la moneda del impuesto. ¿De quién son esta cara y esta inscripción? Pues dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Es ese tiempo Palestina estaba sometida al imperio romano, y en esa moneda estaba la cara del César y esta inscripción: “Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto”. De manera que en la inscripción y en el imperio se mezclaban el César y Dios. Jesús llama a un cambio: a dejar a Dios ser Dios, a no mezclarlo ni confundirlo con el César.
Los primeros cristianos lo entenderán muy bien, y ojalá nosotros también. En los tres primeros siglos de la Iglesia, los cristianos serán perseguidos por negarse a adorar al emperador, por no reconocerlo como Dios. Porque descubrieron que la imagen de Dios en la tierra no es la del que tiene el poder y desde él somete a todos y decide sobre su vida tan solo inclinando el pulgar. La imagen de Dios en la tierra es Jesús; y, en él, imagen de Dios somos todos los seres humanos, llamados a la plenitud de los hijos de Dios. Jesús, que no nos llama siervos sino amigos y que quiere que nuestra alegría sea completa. Jesús, que se entregó por nosotros en la cruz, como acto de amor extremo y de Vida nueva para todos. Jesús, que se identificó con los pobres a tal punto que el juicio final será sobre nuestra solidaridad real para con ellos… En este domingo del DOMUND, nos acercamos a la penuria e injusticia que sufren tantos empobrecidos en los países de misión. En ellos reconocemos la imagen de Dios, y por eso le decimos a los poderosos de este mundo: “Respetad la dignidad de los pobres. Dad a Dios lo que es de Dios”.