12/06/2023
SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN
“Dios pasea por nuestra vida si le abrimos las calles, el hogar y nuestro corazón”. Con estas palabras, el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, recordó a los fieles congregados en la Catedral Nueva, que el Corpus Christi, “es una nueva ocasión para ahondar en ese milagro cotidiano del Señor entre nosotros”.
La celebración de esta solemnidad comenzó el domingo con su adoración desde primera hora de la mañana hasta el inicio de la eucaristía, presidida por el prelado y concelebrada por los presbíteros de la diócesis. Como es habitual, los niños que han tomado la primera comunión este año se situaron en la vía sacra, junto a la custodia que más tarde saldría en procesión.
En su homilía, Mons. Retana también recordó algunas palabras del papa Benedicto XVI, de su exhortación Sacramentum Caritatis, en la que decía que la Eucaristía, “presencia de Dios entre nosotros, es el sacramento de la caridad, el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre”.
Otro mensaje que dejó claro el pastor de la Iglesia en Salamanca es que atender a Jesús, adorarle, nutrirse de Él, “no significa desatender y abandonar a los demás”. Mons. José Luis Retana insistió en que por eso, “comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos”, y añadió que aunque no son la misma comunión, “son inseparables“.
El prelado también habló del simbolismo de la fiesta del Corpus Christi, “en la cual adoramos a Jesús en el sacramento de la Eucaristía”. Asimismo, una jornada en la que se recuerda al mismo tiempo, “a los pobres e indigentes, en el día nacional de Cáritas“. Por como insiste el obispo, “difícil es comulgar a Jesús, ignorando la comunión con los hombres”, y difícil es saciar el hambre de nuestro corazón en su Pan vivo, “sin atender el hambre básica de los hermanos”.
Y en relación al Día de la Caridad, aclaró que el Señor, “nos invita a poner lo que somos y tenemos, sabedores de que con ello Dios hará milagros cotidianos para abrazar a los hambrientos de paz y de libertad, de fe y de dignidad, dándoles su gracia y su misma vida”.
El obispo de Salamanca también mencionó el simbolismo de la procesión que tuvo lugar tras la eucaristía, “nuestra mejor custodia, que paseará a Jesús Eucaristía, serán los niños, los que han recibido por primera vez la comunión, y el niño que todos llevamos dentro”.
Al término de la celebración, dio comienzo la procesión de la custodia con el Santísimo Sacramento, acompañada de los presbíteros de la diócesis, movimientos, cofradías y asociaciones de fieles de la ciudad. En el interior del templo, la Cofradía del Cristo Yacente instaló un altar con un Niño Jesús, y a lo largo del recorrido, la custodia fue parando en cada uno de los altares de cuatro cofradías, donde se realizó una meditación, y el coro entonaba una canción.
El primer altar, junto a la iglesia de la Clerecía, era de la Hermandad Universitaria, con una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. La segunda parada tuvo lugar en la calle Compañía, frente a la Casa de las Conchas, donde la Cofradía de la Vera Cruz tenía su altar con una pequeña imagen de Juan El Bautista. El Santísimo Sacramento fue recibido por pétalos y campanillas de los más pequeños que allí aguardaban.
La procesión siguió sus pasos hacia la calle de la Rúa, donde aguardaba la Seráfica Hermandad del Cristo de la Agonía con un nuevo altar, también de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. En esta ocasión, los pétalos los lanzaron desde el balcón hacia la custodia las Siervas de María, Ministras de los Enfermos.
A su llegada a la plaza de Anaya, en la iglesia de San Sebastián les esperaba el último de los altares, con una imagen de Santa Teresa de Jesús, de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Despojado, donde de nuevo, se rindió culto al Santísimo. Antes de subir al atrio, el cortejo principal de la procesión pasó sobre la alfombra del Corpus Christi elaborada por la Hermandad del Cristo del Amor y de la Paz.
Ya en el atrio, junto a la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Redención, de la Archicofradía del Rosario, y la custodia ya sobre el altar, se entonó el himno eucarístico: “Tantum ergo”, mientras el obispo incensaba al Santísimo. Después, el prelado impartió la bendición con el Santísimo Sacramento rodeado de los niños de primera comunión que volvieron a lanzar pétalos de flores. Y tras aclamaciones, la procesión volvió al interior del templo, con el Santísimo bajo palio, para la reserva eucarística.