ACTUALIDAD DIOCESANA

21/06/2022

“No se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed”

La fiesta de la eucaristía volvió a llenar de fieles la Catedral Nueva el pasado 19 de junio, donde el obispo de Salamanca, Mons. José Luis  Retana, recordó que “comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos”

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

El Corpus Christi volvió a celebrarse en Salamanca con la misma afluencia anterior a la pandemia, con una Catedral Nueva llena de fieles y cerca de un centenar de niños de primera comunión que también participaron en la posterior procesión por las calles del centro de la ciudad.

La fiesta de la eucaristía también contó con un nutrido número de sacerdotes que concelebraron junto a su pastor, el obispo de Salamanca, Mons. José Luis Retana, que presidió la misa a las seis de la tarde, y donde también estaba presente el obispo emérito, Mons. Carlos López. En su homilía quiso dar protagonismo especial a los niños de primera comunión, “vosotros sois los amigos predilectos de Jesús”.

Además, recordó que la celebración de la Solemnidad del Corpus Christi (Cuerpo y Sangre de Cristo) es “un gran acto público a la eucaristía, sacramento en el que el Señor se nos entrega para ser alimento para nuestra vida, y permanece presente también más allá del momento de la celebración”. El prelado insistió en que la eucaristía “constituye el tesoro de la Iglesia, la valiosa herencia que el Señor le ha legado”.

Una piedra angular

Mons. José Luis Retana también aclaró que en la fiesta del Corpus Christi, “los cristianos profesamos solemne y públicamente nuestra fe en Jesús, piedra angular sobre la que asienta toda nuestra vida”. En su homilía también dejó claro que la Iglesia del Señor, “vive de la eucaristía, nace de la eucaristía y vive de este maravilloso misterio de donación y entrega”.

En relación a la procesión que vivirían después de la misa, “es un gesto lleno de significado”. Que como confirmaba el prelado, es llevar la eucaristía, “por las calles y las plazas de nuestra ciudad”. Y recordando también la celebración del Día de la Caridad ese mismo domingo, relató la importancia de tener en cuenta que “comulgar a Jesús no es posible sin comulgar también a los hermanos”. Y aclaró que aunque no son la misma comunión, “no se pueden separar”.

También aseguró que un cristiano que celebra y adora la eucaristía, “se compromete de lleno al servicio, al testimonio y a la solidaridad con los hermanos”. Mons. Retana confirmaba que en este día del Corpus Christi, “se nos recuerda a través de Cáritas que el sacramento de la eucaristía,  no se puede separar del mandamiento de la caridad”. Y remarca que no se puede recibir el Cuerpo de Cristo, “y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos”.

Por último, se dirigió a los niños de primera comunión: “¡Recordad siempre el día de vuestra primera comunión y el entusiasmo con que recibisteis a Jesús por primera vez!”.

 

Procesión por las calles

Una vez finalizada la eucaristía, comenzó a salir el cortejo hacia la puerta del obispo. La cruz guía abría la procesión, y tras ella, la asamblea y los primeros estandartes de las cofradías que participaron en el Corpus Christi. También estaban presentes un grupo de niños que ha tomado este año la primera comunión y los sacerdotes diocesanos. Delante de ellos se encontraba la basílica, y detrás, el tintinábulo y el bajo palio.

Tras la custodia, con Jesús Sacramentado, y cerrando la procesión, estaban los obispos Mons. José Luis Retana y Mons. Carlos López; el vicario general, Florentino Gutiérrez y el deán de la Catedral, Antonio Matilla.

La procesión del Corpus Christi estuvo marcada por la música del Coro de la Catedral y de la Agrupación Musical de la Cofradía del Cristo Yacente, y la oración en cada uno de los tres altares, a cargo de lgnacio Pérez de la Sota. El primero de ellos, en la puerta de la iglesia de la Clerecia, dedicado a San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier, imágenes cedidas por la Compañía de Jesús, y coordinado por la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado.

El segundo se ubicó en las Siervas de María, en la Rúa Mayor, dedicado a San Isidro Labrador, con una imagen cedida por la parroquia de San Pablo, que fue instalado por la Hermandad Dominicana, la Seráfica Hermandad y la Cofradía de la Vera Cruz.

Bendición final

El último de los altares estaba en la puerta de la iglesia de San Sebastián, dedicado a Santa Teresa de Jesús, que colocó la Hermandad de Jesús Despojado. La bendición final tuvo lugar a cargo del obispo en el atrio de la Catedral, ante la imagen de Nuestro Padre Jesús de la Redención, de la Archicofradía del Rosario.

 

 

 

 

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