ACTUALIDAD DIOCESANA

22/04/2022

“Nuestra familia está en manos de Dios”

Carlos y Bárbara viven la fe junto a sus tres hijos tanto en la iglesia de la Santísima Trinidad del Arrabal como en su vida, y así lo relatan para la serie #HazMemoria #HMFamiliayvida

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

Para María, Juan Pablo y Francisco, la oración forma parte de sus pequeñas vidas. Junto a sus padres, Bárbara Gomulka y Carlos Fernández, viven la fe desde que tienen uso de razón. En familia acuden cada domingo a la iglesia de la Santísima Trinidad del Arrabal, donde realizan los cantos, y en ocasiones, también tocan el violín. Los pequeños realizan las labores de monaguillo junto a sus sacerdotes, José Vicente Gómez y Tomás Durán, y el templo siempre ha sido un hogar, donde casi aprendieron a gatear por sus rincones.

Carlos y Bárbara, en uno de sus viajes en familia.

Esta pareja, él salmantino y ella de Polonia, nos reciben en su casa, donde hablan de la relación de la familia y la Iglesia, y cómo forma parte de su vida desde que se casaron, hace 15 años. Su historia centra una semana más la iniciativa #HazMemoria, con la que se pretende dar a conocer la labor de la Iglesia y la gente que forma parte de ella. En esta ocasión, centrado en Familia y vida.

Sus hijos tienen 9, 8 y 3 años, porque como relata Carlos, “siempre hemos estado abiertos a la vida”. Pero reconoce que en un primer momento, “Dios tenía otros planes”. Y antes de formar la familia actual, sufrieron dos abortos, “algo que nos fortaleció como matrimonio”, y sobre todo, admiten, “tenemos dos angelitos en el cielo”, detalla él.

El rezo como hábito

¿Y qué supuso tener los niños como creyentes? Bárbara relata que cuando su hija mayor nació, María, “una inmensa alegría, el momento menos esperado, apareció, y ha puesto nuestro mundo patas arriba”. Ella cree que nadie está preparado para ser padres, “pero fuimos aprendiendo, y desde muy pequeños ya rezábamos junto su cuna”. Después nació Juan Pablo, y más tarde Francisco, y como dice su madre, “nunca dejamos de hacerlo”.

En la iglesia del Arrabal.

Cada día, al final de la jornada, se reúnen en una de las habitaciones de los niños para rezar juntos, “y cantamos”. Las primeras canciones de sus hijos han sido religiosas, como el Santo, en el caso de María, o el Aleluya, del más pequeño. “Para nosotros la fe es el motor de nuestra familia, no entendemos la familia sin la fe”, admite Carlos.

Ellos no entienden a las familias que deciden que sean sus hijos los que decidan su fe cuando sean mayores: “Creemos que no es buena elección porque al presentar a Dios a nuestros hijos en el Bautismo, recibieron una gracia que sabemos que Dios está ahí, y como padres, la Iglesia nos ha enseñado que el cielo nos está protegiendo, que hay ángeles custodios, y nuestros niños saben que si pasa algo y mamá no está, saben lo que tienen que hacer, que es rezar”.

Sin preocupaciones

De hecho, cuentan que cuando les pasa algo en el colegio, rezan. Estos padres consideran que a los niños hay que enseñarles a vivir la fe “porque nace cuando tú le hablas a alguien de ella”. Y dejan claro a sus tres hijos que a pesar de que puedas hacer cosas horribles, “Dios nunca dejará de quererte”, ni te va a castigar, “nuestros hijos lo saben, no tienen porque preocuparse”.

Ellos tienen muy normalizada la asistencia a misa, e incluso, quieren ser monaguillos. “Juan Pablo me preguntó que como quiere ser arqueólogo se planteaba si en la historia había existido un sacerdote que fuese arqueólogo”, recuerda su madre.

Carlos y Bárbara enseñan a sus pequeños que un cristiano debe de preguntar a Dios, “qué quieres de mi vida, qué quieres que haga yo”. Bárbara piensa que  no basta con ser buena persona, “nosotros tenemos que amar a los que no nos aman, y nuestros hijos lo saben”.  Bárbara tiene un hermano religioso en Ucrania, y cuando su hija mayor habló con él en Cuaresma le comentó que iba a ayunar un viernes, “para que Putin se convierta”. Y sus padres pensaron que Dios era capaz de hacer cosas grandes.

El motor de la Iglesia

Este matrimonio también piensa que la familia es motor de la Iglesia, y viceversa, “yo no me imagino nuestra vida sin la Iglesia”. Carlos Fernández subraya que las familias, “porque es el germen de la fe, no nace en el edificio, nace en el núcleo donde viven las familias que van a la iglesia, que es la familia”. Y al mismo tiempo, opinan que se nutren “de lo que reciben de la Iglesia”.

Bárbara asegura que para ser buenos cristianos y vivir la fe, “no podemos vivir sin la eucaristía, sin los sacramentos, sin la confesión“. Cuando ve que algo no funciona en la familia, “siempre me voy a confesar”, y es como una señal de Dios que está ahí, “cambia”.

Carlos, cantando en la iglesia de la Santísima Trinidad del Arrabal.

Esta familia confirma que si desde niños se empapan de la Iglesia, “luego tendrán la libertad de decidir, pero de la semilla que podamos poner, podrá crecer y ayudar a los demás”.

Desde hace 14 años participan de forma activa en la parroquia de la Santísima Trinidad del Arrabal, con sus voces, que dan vida a los salmos y otras partes de la liturgia de cada domingo. “La primera vez que canté estaba muy nervioso”, admite Carlos Fernández. En ocasiones, también tocan algún instrumento, como el violín, y llegaron a conformar un pequeño coro en el templo.

Sus hijos también cantan, y están iniciando su camino musical con la formación en el Conservatorio de Música. Ellos consideran que aportan a la Iglesia una de sus valores, que es cantar, aunque precisa que por encima de todo, “está la eucaristía”.

 

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