ACTUALIDAD DIOCESANA

21/12/2020

¿Qué celebramos en la solemnidad de la Natividad del Señor?

El delegado diocesano de Liturgia, Emilio Vicente de Paz, nos invita a reflexionar en este artículo sobre lo que verdaderamente celebramos el 25 de diciembre, fiesta de la Natividad del Señor

 

Cada vez nos cuesta más identificar la razón de ser de nuestras celebraciones. Desde hace casi un año en que sufrimos la pandemia, el tema omnipresente es este y sus derivados: las restricciones, las precauciones, los fallecidos, la vacuna… y a la hora de pensar en la Navidad lo que parece importar en los medios de comunicación y en las conversaciones de calle es solo si podremos reunirnos, cuántas personas, hasta qué hora, etc.

Ante esta situación, los cristianos, sin desentendernos de lo que está ocurriendo en el mundo, que es real, ¿no deberíamos preguntarnos sobre todo por qué y para qué en estas fechas nos reunimos, banqueteamos, nos hacemos regalos? Ya que en la inmensa mayoría de los medios apenas se menciona la verdadera razón para celebrar esta fiesta, ¿por qué no lo hacemos nosotros?

Una primera aproximación es lo que todos sabemos por tradición familiar y social: el belén, los villancicos, los buenos deseos de alegría y paz, etc. Pero podemos y debemos afinar un poco más para llegar al meollo de la cuestión, que no es otro que… ¡Jesucristo! Y donde Jesucristo vive y se manifiesta de modo privilegiado es, tal como dice el Concilio Vaticano II, en la acción litúrgica (cf. SC 7). No es que allí nos hablen de Jesucristo, es que él mismo nos habla y a él nos dirigimos en segunda persona del singular. Para muestra, lo que dicen algunas partes de la liturgia:

“Hoy sabréis que el Señor vendrá y nos salvará”, “concédenos poder contemplar a Jesucristo sin temor”, “hoy, desde el cielo, ha descendido la paz verdadera sobre nosotros”, “hemos experimentado este misterio de luz en la tierra”, “hemos contemplado su gloria”, “nos ha nacido el Señor… su reino no tendrá fin”, “concédenos compartir la divinidad de aquel que se dignó participar de la condición humana”, “la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor”, “el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra”, “esta unión admirable nos hace a nosotros eternos”, “día santo en que la Virgen María dio a luz al Salvador del mundo”, “concédenos la paz en nuestros días”, “una palabra tuya bastará para sanarme”.

Con una cualquiera de estas frases –pensadas, dichas, cantadas– se pueden pasar horas contemplando el misterio del Dios hecho hombre para salvarnos, y encontrar así la razón para hacer fiesta, aunque sea a solas y con la misma comida de todos los días.

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