12/04/2020
Ésta ha sido la segunda vez en dos semanas que el Pontífice ha impartido esta bendición. En la primera ocasión lo realizó tras una oración extraordinaria por el fin de la pandemia. Hoy lo ha hecho desde las puertas de la Basílica de San Pedro, y no desde la logia central de la basílica como suele ser habitual. Desde allí ha emitido su mensaje de Pascua, siete años después de su primer Urbi et Orbi (13 de marzo de 2013), en esta ocasión sus palabras han tenido como foco central la pandemia de coronavirus, un desafío único y ante al que hay que demostrar solidaridad., como ha indicado.
COPE.- “Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!, hoy el anuncio de la Iglesia resuena en todo el mundo, ¡Jesucristo ha resucitado!. ¡En verdad ha resucitado! Es una nueva llama, esta buena noticia se ha encendido durante la noche, la noche de un mundo que está luchando con desafíos globales, y ahora oprimido por la pandemia que está poniendo a prueba a nuestra gran familia humana. En esta noche ha sonado la voz de la iglesia: Cristo, mi esperanza, ha resucitado. Es este, otro tipo de contagio, que se transmite de corazón a corazón, porque cada corazón humano espera esta buena noticia. Es el contagio de la esperanza. Cristo, mi esperanza, ha resucitado”.
El Papa ha continuado: “Esta no es una fórmula mágica que hará desaparecer los problemas de la humanidad. La Resurrección de Cristo no quiere ser esto. En cambio, es la victoria del amor sobre la raíz del mal. El Resucitado es el crucifijo y en su cuerpo glorioso lleva llagas indelebles. Dirigimos nuestra mirada hacia Él para sanar las heridas de la humanidad herida. Mis pensamientos de hoy van sobre todo a aquellos que han sido afectados por el coronavirus, a los enfermos, a los que han muerto y a las familias que lloran la perdida de sus seres queridos, que ni siquiera han podido dar el último adiós. Que el Señor dé la bienvenida a los fallecidos en su Reino y dé esperanza a los que aún están sufriendo, especialmente a las personas mayores y a aquellas que viven solas. No dejes que les falte consuelo y las ayudas necesarias a aquellos que viven en condiciones de particular vulnerabilidad. Para muchos, es una Pascua de soledad, vivida entre el duelo y las muchas dificultades que está causando la pandemia, desde el sufrimiento físico hasta los problemas económicos. Esta enfermedad no solo nos ha privado de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir personalmente al consuelo que fluye de los Sacramentos, especialmente de la Eucaristía y de la Reconciliación. En muchos países no ha sido posible acercarnos a ellos, pero el Señor no nos deja solos, repitiéndonos con fuerza “no temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros”.
Sigue Papa Francisco: “Jesús, nuestra Pascua, dé fuerza y esperanza a los médicos y enfermeras que en todas partes están ofreciendo un testimonio de cura hasta el agotamiento físico. Nuestra gratitud va a ellos, así como a aquellos que trabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales, a la policía, a los militares, que han contribuido a aliviar los problemas de los pueblos. En las últimas semanas, la vida de millones de personas ha cambiado improvisamente, para muchos quedarse en casa ha sido una oportunidad para reflexionar, estar con la familia y disfrutar de su compañía. Para muchos, sin embargo, también es un momento de preocupación a causa del futuro incierto, por el trabajo que probablemente se perderá y por las consecuencias que traerá la crisis”.
Bergoglio se ha querido acordar de la Unión Europea: “Este no es el momento de la indiferencia, porque todo el mundo está sufriendo. Jesús resucitado, dé esperanza a todos los pobres, a los que viven en las periferias, a los refugiados y a las personas sin hogar. No les dejemos solos. Que no pierdan las necesidades básicas, que son más difíciles de encontrar, ahora que muchas empresas están cerradas. Este no es el momento del egoísmo, porque el desafío al que enfrentamos nos une a todos y no hace ninguna diferencia de personas. Entre las muchas áreas del mundo afectadas por el coronavirus, dirijo un pensamiento especial a Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este continente pudo crecer gracias al espíritu de solidaridad. Ahora es más urgente que las rivalidades no vuelvan a aparecer, sino que todos se sientan parte de una sola familia y se apoyen mutuamente.
Hoy la Unión Europea se enfrenta a un desafío histórico, del que dependerá quizás el futuro del mundo entero. Que no se pierda la oportunidad de demostrar solidaridad incluso recurriendo a soluciones innovadoras. La alternativa es la tentación de regresar al pasado con el riesgo de poner a prueba severamente la coexistencia pacífica de las próximas generaciones. Este no es el momento para las divisiones. Cristo, nuestra paz, ilumina a los que tienen la responsabilidad de los conflictos para que tengan el coraje de decir “alto el fuego”.
Para terminar Papa Francisco ha mandado un mensaje al mundo entero: “Este no es el momento de fabricar armas, gastando enormes cantidades de dinero que debe usarse para salvar vidas. Es el momento de detener la guerra en Siria, Yemen, Irak y Líbano. Que este sea el momento en que israelíes y palestinos reanuden el diálogo para tener una situación estable y duradera durante los próximos años. Que cese el sufrimiento de las poblaciones que viven en las regiones orientales de Ucrania y los ataques terroristas en África. Este no es el momento del olvido, la crisis a la que nos enfrentamos no nos haga olvidar muchas otras emergencias que traen consigo los sufrimientos de otras personas. Queremos estar cerca de las poblaciones del África y del Asia. Jesús resucitado, calienta los corazones de muchos refugiados y personas desplazadas debido a guerras, sequías y hambrunas. Protege a los muchos migrantes y refugiados, muchos de los cuales son niños que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Y no me quiero olvidar de la isla de Lesbos. También permite a Venezuela encontrar soluciones concretas e inmediatas para resolver la crisis humanitaria que está atravesando.
Queridos hermanos y hermanas, la indiferencia, el egoísmo, el olvido, no son las palabras que queremos escuchar en este momento. Queremos prohibirlas en todo momento, parecen prevalecer cuando el miedo y la muerte ganan en nosotros, cuando no dejamos que Jesús gane en nuestros corazones y en nuestras vidas. Él ya ha vencido a la muerte abriendo el camino a la salvación eterna y nos presenta su glorioso día que no conoce el ocaso. Con esta reflexión me gustaría desearles a todos una feliz Pascua”.