04/06/2020
Habiendo ya aprehendido el rol de confinado y leyendo una mañana la prensa digital, me encuentro con este titular en una de ellas, del arzobispo de La Plata, Víctor Fernández, aconsejando cautela en la catequesis a los niños :”El riesgo mayor es que alejemos a los niños de los sacramentos por empecinarnos en llenarlos de contenidos”; sí, y me llamó la atención, porque la brevedad en las homilías y escritos es algo que vengo cuidando para no caer en aquello de “muchedumbre de palabras [1]”, aplicándonoslo especialmente a los clérigos.
Afirma a este respecto L. Boff que la pandemia actual del coronavirus representa una oportunidad única para que repensemos nuestro modo de habitar la Casa Común. No quiero, pues, desaprovechar esta oportunidad del Covid-19.
Estos dos meses largos para mí han sido una oportunidad para leer en abundancia reflexiones y artículos sobre el coronavirus, pero también, un tiempo propicio para pensar hasta comprender, aprender y personalizar lo que me dice este acontecimiento universal.
En catequética, para mí siempre ha sido decisivo el punto de partida y así, de la misma manera que tomamos como punto de partida la Palabra, para luego ofrecer pistas o abrir puertas al creyente, en esta ocasión quiero tomar como punto de partida de esta reflexión catequética, el acontecimiento del coronavirus.
Es cierto que la lectura y reflexión me llevaron en un principio a una cierta confusión, a verme un poco perdido ante tantos y tan diferentes puntos de vista sobre la covid-19. Pero tratando, sobre todo de fundamentar mi postura personal y sintetizarla lo más que pueda, hoy me quedo con los siguientes cuatro puntos:
Al reflexionar y al meterme en mi mismo, mediante el ejercicio personal de introspección, me encuentro en un mar de confusiones ante tantas lecturas[2]; normal confusión y también esa sensación de vacío, mientras recuerdo aquella narración: Se cuenta que en cierta ocasión caminaba un padre con su hijo de unos ocho años, por una carretera y le iba enseñando a distinguir los sonidos en la naturaleza y los cantos de las aves.
Seguían caminando por la carretera y en un momento dado dice el hijo, se escucha una carreta que viene por la carretera. Pronto el padre afirmó, sí, y viene vacía. ¿Cómo lo sabes, dijo el muchacho, si no la hemos visto aún?, a lo que el padre le contesto, porque mete mucho ruido.
Y en este recuerdo terminé preguntándome, ¿la carreta que lleva mi vida mete mucho ruido?
Además, el largo espacio de silencio durante el prolongado confinamiento, me llevo a hacer retiro y, entrar en la propia casa, en mi mundo interior”, hasta llegar a descubrir cómo llegaba durante ese ‘quédate en casa’, a pararme para volver a lo esencial.
Pero no, no llegaba vacío, sino cargado de oportunidades que se me brindaban para estar más tiempo con los de casa, para pensar sin los apremios de tener que resolver un asunto ya, de poder contemplar en globalidad a este nuestro mundo herido en su prepotencia y puesto a los pies de un diminuto virus microscópico, dándole a la humanidad una necesitada lección de humildad.
Es más, también llegué a descubrir la necesidad de no volver a la vida normal sin reinventar mi forma de vida creyente y pastoral, volver más creativo en la celebración de mi fe y al encontrarme en las primeras salidas de la desescalada, las ciudades y los ríos más limpios, menos contaminación ambiental y así tomar buena nota de lo depredadores que hemos sido los humanos con la naturaleza.
Hemos vivido estos días, intensamente intercomunicados, reconociendo que somos interdependientes, que nos necesitamos.
Si, y una lección más nos queda según L. Boff, que necesitamos caminar hacia una fe adulta que permita decir una palabra, desde la fe y que esté a la altura de las circunstancias.
Concluyo estas pequeñas lecciones con la advertencia de que nos hace Michael Moore, ofm, al insistir con otros teólogos, que es necesario dejar de cargar a Dios con la responsabilidad de frenar este mal que azota hoy a muchos hombres y mujeres. No, que Dios no tiene la culpa de esto.
Los problemas se abordan tomando primero postura y qué cambiar para superar tanta crisis de sentido en decir de Viktor Frankl y Francesc Torralba, y creo que para ello necesitamos dar una vuelta de tuerca a algunas actitudes ante el nuevo futuro, actitudes positivas:
Convicciones hacia las que apuntan los teólogos y pensadores actuales
Comprometidos todos frente a las abundantes catequesis de desastre.
Porque de esta experiencia de confinamiento por el virus todos podríamos salir transformados, cambiados, convertidos a formas de vida más saludables,
[1] María Zambrano
[2] Artículos y reflexiones de Teólogos como Víctor Codina, Jorge Costadoat, SJ, Timothy Radcliffe, OP, Michael P. Moore, ofm, Juan J. Cotto, Andrea Vicini, SJ,Carlos Mendoza,L. Boff.
[3] Guareschi, Giovanni, Don Camilo: un mundo pequeño,
[4] Ravasi G., Luz de la mañana, reflexiones para empezar bien el dia, CN, Madrid, 2012, pag. 262