21/05/2023
Se postraron los once al ver a Jesús en ese monte donde los había convocado, pero algunos, no sabemos cuántos ni cuáles, dudaron.
Este domingo en que celebramos algo tan portentoso, tan milagroso, tan misterioso como que el Hijo vuelva junto al Padre, al son de las trompetas de los ángeles que le habrán de acompañar en su venida gloriosa, la Palabra de Dios vuelve a insistirnos en que, cuando más lo necesitamos, por ejemplo al dudar, más cerca de nosotros tenemos a Cristo Resucitado y a su Espíritu Santo que nos defiende.
Ante la duda de los suyos, que puede ser la nuestra, duda por debilidad, porque caemos en la tentación, porque nuestra fe es pobre y pecamos, Jesús responde con entrañable misericordia.
Primero un simple gesto. Se acerca. Y ya está dando el primer paso, siempre Él.
Luego, se nos vuelve a revelar: se le ha dado el poder, aquí en la tierra y allí en el Cielo, ese doble escenario que hoy sentimos tan conectado.
Después, su envío. Cuenta con nosotros, con los que hemos dudado pero creemos, con los que nos hemos postrado pese a nuestras flaquezas, nada más y nada menos que para ir a bautizar y, con ello, a que los otros, como nosotros, guardemos sus mandatos.
Por último, lo imprescindible que nos consuela y nos permite seguir adelante pese a las dificultades: que Él está a nuestro lado ahora y siempre, y que estará con todos los que vengan detrás.
El son de trompetas es Jesús que se acerca con su poder, que nos envía a la misión y que no se separa de nosotros en ningún momento.
Salmantinos, ¿qué hacemos aquí plantados mirando al cielo?