19/05/2020
El Papa Francisco nos ha pedido a los católicos y a todos los interesados en defender La Casa Común, dedicar una semana, la que va desde hoy al domingo 24 de Mayo, a orar, reflexionar y cambiar de ideas y de modos de actuar, de cara a preservar nuestro planeta y, en la medida de lo posible, restaurar toda la belleza de su biodiversidad, incluyendo en esta biodiversidad a “la especie vertebrada 201”, como así llamé a la especie humana en el que creo fue mi primer artículo publicado en prensa. Eran los años de la Transición y alguien tuvo la buena idea de crear una especie de Parque Natural en una parte de la Sierra de Francia, apoyándose en el hecho, entre otros no menos importantes, de que esa Sierra está habitada por doscientas especies de vertebrados. No sabía yo entonces nada de Ecología, aunque ya se empezaba a hablar de ella y a defenderla por personas tan apasionadas y bien informadas como D. Ramón Grande del Brío, un adelantado entre nosotros. Por mi parte, tal vez guiado por ciertos prejuicios, pero siempre obrando en conciencia, me dio por pensar que no estaban pensando en otra especie vertebrada, la que yo llamé la especie vertebrada 201, la especie humana, vaya, que habitaba aquellas sierras y las había mantenido hasta ahora, respetando, en sustancia, su biodiversidad, adaptándose como un guante a ella y sobreviviendo allí a base de mucha imaginación, probado ingenio y denodado esfuerzo. No se hablaba entonces todavía de la España vaciada, pero era ya un hecho claro que había intereses creados que conducían a vaciarla, como así ha resultado. En el fondo, se trataba entonces, en Europa, de lograr lo que ahora se está intentando en la Amazonía, en las selvas del África Ecuatorial y del Sudeste asiático, Indonesia incluida. Los intereses financieros y el afán incontrolado de riqueza estaban y están detrás de esos desastres ecológicos y humanos. Y digo humano y no humanitario, porque un desastre nunca es humanitario; si acaso, todo lo contrario, es antihumano.
La pandemia de la Covid-19 también puede analizarse, al menos en parte, en sus causas y consecuencias tanto ecológicas como humanas, a la luz de esta Encíclica del Papa Francisco, que viene a desarrollar una reflexión ya apuntada por la Doctrina Social de la Iglesia y, en concreto, por todos los Papas anteriores a Francisco: Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. No es una reflexión ni una preocupación nuevas en la Iglesia, pero sí tiene mucho más en cuenta, de manera más sistemática, las aportaciones de la Ecología. Una Ecología integral, que considere al ser humano, que es una especie más, con una diferencia sobre las demás: nuestra inmadurez biológica al nacer, ha exigido de nosotros la creación de la autoconciencia y de la Moral, que deben guiar nuestra actuación, en este punto tan sustancial de nuestra pertenencia y relación con La Casa Común, el medio ambiente, nuestro planeta que, de momento, es el único que tenemos.
Hasta ahora, el capitalismo de Estado y el capitalismo de Mercado, en sus versiones actuales hipertecnológicas, han creado mucha riqueza y han resuelto muchos problemas pero también han producido no pocos desastres, tanto ecológicos como humanos, con una proporción intolerable de descartados. Pero todo eso, miremos por donde miremos, a izquierda y a derecha, arriba y abajo, se ha parado en cinco meses de pandemia y amenaza ruina general. De esta tenemos que salir, pero no sé muy bien cómo. Y no sé del todo cómo salir, porque por decirlo de alguna manera, ni soy Guy Sorman ni soy Georges Soros (ni GS, ni GS). Tampoco sé si el camino serpenteará entre los dos, o tendrá que elevarse por encima de ambos, buscando que nos lleve al collado que, una vez franqueado, nos conduzca al fértil valle de la justicia, la igualdad y la fraternidad, donde no haya descartados, en una Casa Común preservada y embellecida.
Y como no soy ni uno ni otro, la lectura de Laudato Si, de momento, me lleva a estos titulares o aforismos:
– en mi casa familiar conservo un mueble fabricado por un amigo, hace 48 años, sin obsolescencia programada
– mi madre decía, refiriéndose a la ropa: lo barato es caro y lo caro, bien cuidado, resulta barato. Sí, mamá, pero se pasa de moda…
– higiene: agua y jabón de la abuela. En la esquina de mi calle hay una tienda de perfumes súper caros. Sorry.
– dieta mediterránea, vida sana y ejercicio moderado reducen el consumo de fármacos. Lo siento por las multinacionales farmacéuticas a las que, por razones personales, estoy y estaré eternamente agradecido.
– un coche de última generación, cambiado cada dos o tres años –antes de que se rompa-, produce más gases de efecto invernadero que un diesel de hace veinte años.
– un comerciante de proximidad tiene más oportunidades de ayudarme y menos de engañarme. El roce hace el cariño.
– el transporte público mejora la salud: casi nunca te deja cerca de donde necesitas ir. También fomenta las relaciones sociales (encerrado en mi coche no tengo con quién discutir).
(continuará)