13/11/2020
Con motivo de la celebración del Día Mundial en recuerdo de las Víctimas de accidente de tráfico, acercamos el testimonio de Rosa María Pérez, de Los Santos, que perdió a su hermana Cristina, de 28 años, en un accidente de tráfico, y cómo pudo encontrar alivio desde la fe.
Ella perdió a su hermana en la noche de Reyes de 2007: “Era la pequeña de nuevo hermanos y tenía 28 años”, recuerda. El accidente tuvo lugar en la carretera nacional, ahora autovía, “y murió en el acto”. Rosa María Pérez evoca el instante en el que la guardia civil avisó a la familia, “pero mi madre no estaba en casa en ese momento”.
Su testimonio puede ser el de muchos otros que pasan por este proceso de duelo tras un accidente mortal en la carretera. “Lo más duro no éramos nosotros, sino mi madre, que se llevaba la peor parte, y decírselo fue lo peor, me sentía incapaz”, admite.
Rosa María lo tiene claro: “En la vida le deseo a nadie tener que decirle a una madre que ha perdido a un hijo, pero luego tienes que reaccionar, y en ese momento, no me digáis cómo ni cuándo, me vino a la cabeza que me tenía que preocupar de mis hermanos, y ver la vida de otra manera. Te olvidas de ti y empiezas a pensar en los demás”. Ella considera que no sabía si estaba mejor o peor, “solo recuerdo que había que hacer cosas, y hablar con la gente, organizar el entierro”.
Después llegó el proceso de duelo por la muerte de su hermana Cristina, “que es cuando te das cuenta de lo que ha pasado, unos días más tarde, y te planteas, ¿ahora qué? Su consuelo llegó en forma de oración: “Cogía el rosario por las tardes y era mi consuelo”. Rosa María Pérez confirma también que hablaba con Jesús, “y le contaba lo que me pasaba”.
Esta vecina de Los Santos era consciente de que en casa de su madre, que vivía también con una de sus tías mayores, se sufría mucho, “y no podía ir allí a decir lo que me pasaba, ni refugiarme en ellas, yo tenía que ayudarlas”. Pero Rosa sabía que algún rato tenía que tener para desahogarse, “y era ése, coger el rosario, y fue lo que me sirvió, rezar, rezar y rezar”. Y así la fue saliendo todo poco a poco, “rezaba y cambiaba el chip”.
En su familia hablaban con normalidad de la pérdida de su hermana, “queríamos tener presente lo que ha pasado, que no se nos olvidara, pero que no fuera un trauma cada vez que habláramos de ello”.
Uno de sus pilares en el proceso de duelo de Rosa fue su fe. “Al principio me desahogaba mientras rezaba, y lloraba”. Después pasó a obtener serenidad, “cada vez necesitaba menos llorar, pero a veces me venía un enfado”. Ella asegura que siempre en la oración, “es donde yo encontraba el consuelo de una manera o de otra, a veces no era la oración tradicional, pero empezaba con el rosario, porque era una oración larga y me permitía en ese tiempo pasar por el proceso desahogarme”. Asimismo, encontraba refugio en la Biblia, en hablar con Jesús o simplemente rezar.