06/09/2021
MIGUEL RUANO VACAS, SACERDOTE DIOCESANO
Durante los muchos años que serví como párroco a la comunidad de Nuestra Señora de Fátima en Salamanca, Teresa Viñuela fue una de esas personas que por su disponibilidad y entrega podías contar para toda planificación y proyecto. Partiendo de su amor a la comunidad como algo muy entrañable, nada era ajeno a sus sentimientos que en la comunidad sucediera, así se explica todo el trabajo que ella desarrolló hasta el final de su vida.
Su interés general por todo tenía unos acentos especiales, muy fuertes, en la orientación de su trabajo, muy sensible a los movimientos especializados, la revisión de vida, el proyecto personal a la luz de la Palabra.
En la parroquia son varias las generaciones de jóvenes y de jóvenes adultos, como se llamaba algún grupo. El grupo de profesionales, donde se reunían trabajadores de distintas profesiones (funcionarios, de enseñanza, de la salud, etc.) para revisar su vida a la luz de la Palabra de Dios.
Teresa tenía mucho interés en la formación, por eso trabajó mucho en la Biblioteca, hacer fichas de libros, que fuera un espacio abierto para que los jóvenes y los mayores encontraran un ambiente acogedor, de lectura, de interés por la formación. ¡Cuánto interés puso en esto!
Su carácter abierto, acogedor, de disponibilidad a tiempo y destiempo, le facilitaba el saber estar en situaciones a veces “complicadillas” como sucede en todas la comunidades.
Era muy atenta a las realidades donde se podía aprender y contrastar diversas opiniones. No se privaba de asistir a los Encuentros de los Teólogos Juan XXIII, donde sabía ser crítica y valorar las diversas opiniones.
La comunidad parroquial de Fátima tiene mucho que agradecer a esta gran mujer, por su entrega desinteresada, por el amor que le entregó. Son muchas las personas para las que Teresa Viñuela nunca será olvidada, entre las que me incluyo.