ACTUALIDAD DIOCESANA

15/04/2019

Tres modos de vivir y celebrar la Semana Santa

Durante la Semana Santa, la Iglesia celebra los misterios de la salvación actuados por Cristo en los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén. El tiempo de Cuaresma continúa hasta el jueves. A partir de la Misa vespertina, en la Cena del Señor, comienza el Triduo Pascual, que continúa durante el Viernes de la Pasión y el Sábado santo, y tiene su centro en la Vigilia Pascual y acaba con las Vísperas del domingo de Resurrección”. Así presenta el documento de la Congregación para el Culto Divino del año 1988 (cf. Preparación y celebración de las fiestas pascuales) qué es y qué celebramos los cristianos durante la Semana Santa. A esta esquemática y concentrada presentación hemos de añadir la que nos ofrece el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones del año 2002 que hace una presentación más en clave histórica y sociológica al decir que “es muy intensa la participación del pueblo en los ritos de la Semana Santa. Algunos muestran todavía señales de su origen en el ámbito de la piedad popular. Sin embargo ha sucedido que, a lo largo de los siglos, se ha producido en los ritos de la Semana Santa una especie de paralelismo celebrativo, por lo cual se dan prácticamente dos ciclos con planteamiento diverso: un rigurosamente litúrgico, otro caracterizado por los ejercicios de piedad específicos, sobre todo las procesiones. Esta diferencia se debería reconducir a una correcta armonización entre las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad. En relación con la Semana Santa, el amor y el cuidado de las manifestaciones de piedad tradicionalmente estimadas por el pueblo debe llevar necesariamente a valorar las acciones litúrgicas, sostenidas ciertamente por los actos de piedad popular” (n. 138).

Esta tensión que describe el Directorio la percibimos todos cuantos intentamos vivir cristianamente la Semana Santa A la luz de mi experiencia pastoral y parroquial me atrevo a tipificar en tres las modalidades o formas que nuestros fieles tienen de vivir la Semana Santa: 1ª) Semana Santa turística; 2ª) Semana Santa procesional y, 3ª) Semana Santa pascual.

Semana Santa turística

La Semana Santa turística se ha venido imponiendo en las últimas décadas, alentada y propiciada por instancias de diversa índole, con intereses creados desde ámbitos diferentes (Agencias de Turismo, redes de Hostelería, intereses políticos, etc.). Se presenta como una semana vacacional más y se invita a los ciudadanos a viajar, conocer lugares distintos y disfrutar de todas las ofertas turísticas del mercado. El tiempo de Pascua se convierte para el gran comercio en vacaciones de Semana Santa, con todo el despliegue de viajes y estancias en las cálidas playas del sur. A lo sumo aparecen viajes a Tierra Santa. No faltan parroquias avispadas que fomentan este tipo de turismo espiritual. Si coincide con el buen tiempo, en esta semana se anticipan los baños veraniegos.

Generalmente, los que optan por esta modalidad, no tienen muy en cuenta la dimensión religiosa y cristiana de la Semana Santa. Algunos sí, y por esta razón el documento de 1988, pensando en ellos, dice que “los fieles que, por razón de las vacaciones, no pueden participar en la Liturgia de la propia parroquia, han de ser invitados a unirse a la celebración en el lugar donde se encuentren” (nº 94c). Se suele vivir en familia o con amigos. Es una semana eminentemente turística, sin más pretensiones que pasarlo bien. Las demandas religiosas pasan a un segundo plano o quedan totalmente olvidadas..

Semana Santa procesional

La Semana Santa procesional. Para muchos bautizados practicantes, e incluso no practicantes, la Semana Santa es la cita obligada, una vez al año, para sacar los pasos de procesión. Para numerosos católicos, la única forma de celebrar la Pascua de Jesucristo. “La Pascua no es todavía hoy –afirma Luis Fernando Álvarez (cf. Las procesiones de Semana Santa, ¿una liturgia pascual paralela?: Phase, n. 260 (2004)- la fiesta primordial de los cofrades; al menos de una manera explícita. Pero por el camino de un culto auténticamente cristiano se llega a la centralidad de la Pascua” (p. 174). Detrás de todo el fenómeno semanasantero hay muchas sensibilidades, devociones e intereses. Generalmente los cofrades hacen un trabajo extra estos días y echan el resto para hacer lo que haga falta, con tal de sacar el paso de la cofradía y procesionar como manda el reglamento (silencio, penitencia y oración). También hay una gran mayoría de público que se siente atraído por y para ver las procesiones programadas en esta semana. Cuando este tipo de devoción popular no está alimentada y centrada en la Liturgia, fácilmente estas expresiones de religiosidad popular pueden quedar reducidas a un asunto “de interés cultural”, sumamente manipulable por los poderes políticos y sectores económicos: ¿Cuántas semanas santas han sido declaradas de interés turístico regional o nacional en nuestros pueblos y ciudades? Cuando no se guarda el equilibrio necesario en los horarios para que los fieles puedan participar ante todo en las celebraciones litúrgicas y además puedan expresar debidamente la piedad propia de estos días a través de las procesiones, se puede dar la situación que denunciaban el documento de la Congregación para el Culto Divino: “Frecuentemente se colocan en horas más oportunas y cómodas para los fieles los ejercicios de piedad y las devociones populares; y, en consecuencia, los fieles participan en ellas más que en los oficios litúrgicos” (nº 3c). También la Nota que emitió el Secretariado Nacional de Liturgia de la Iglesia en España, el año 1984, se remite a este problema de modo explícito al afirmar que “la noche del Sábado Santo, que nos introduce en el Domingo de Resurrección, es una noche consagrada por los siglos y singular para la comunidad cristiana. En ella tiene lugar la celebración más importante de todo el Año Litúrgico: la Vigilia Pascual. Es inadmisible que el pueblo y los propios cofrades puedan verse impedidos para participar en dicha Vigilia por existir una confluencia e incompatibilidad de horario con una procesión u otro acto religioso” (cf. “El Sábado Santo y la Vigilia Pascual”, n. 2).

Semana Santa pascual

La tercera modalidad de vivir la Semana Santa la podemos denominar pascual. Se vive con la comunidad cristiana, dentro de las parroquias, o bien bajo el cobijo y hospedería de monasterios tanto masculinos como femeninos, centrada en la Liturgia de estos días, especialmente el Triduo Pascual. El prestigioso liturgista ya fallecido -Jesús Castellano- afirmaba que “sólo en algunos lugares característicos, monasterios, comunidades, movimientos, la liturgia de la Semana Santa se celebra sin prisas, bien preparada, ofreciendo una auténtica mistagogía del Misterio Pascual” (cf. El año litúrgico. Memorial de Cristo y mistagogía de la Iglesia, pp. 196-197). Para ello, los fieles cristianos se han venido preparando durante todo el tiempo de la Cuaresma. El culmen de toda la Semana Santa es la celebración de la solemne Vigilia Pascual, solemnidad de las solemnidades, que se celebra durante la Noche. En esta Vigilia, los cristianos celebramos que Cristo ha vencido la muerte y con su Resurrección nos ha devuelto la vida y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal. Esta es la Noche en que todos los bautizados renacemos por medio de los sacramentos de la Iniciación Cristiana y la renovación de las promesas bautismales a nuestra verdadera condición de hijos de Dios. Esta es la Noche de nuestra identidad cristiana. Tan potente es la Vigilia Pascual, que los católicos celebramos desde el Domingo de Pascua hasta el Domingo de Pentecostés, como si fuera un solo día festivo, más aún, como el Gran Domingo que abarca… ¡cincuenta días ininterrumpidos de fiesta, gozo, paz, alegría, resurrección y misión! Como afirma, Jesús Castellano, “cada año la Iglesia peregrina, dispersa y a la vez presente en todo el orbe, celebra el Misterio que constituye el corazón de la fe y de la vida cristiana: la Pascua del Señor. Lo celebra en el Triduo Sacro o Pascual de la Pasión, Muerte, Sepultura y Resurrección de Cristo. Pero todo se concentra con gran esplendor de textos y de ritos en la Vigilia Pascual” [cf. “La Vigilia Pascual, la gran evangelización del mundo”: Phase, n. 243 (mayo-junio 2001), p. 191], verdadero corazón del Año Litúrgico y de la vida de las comunidades cristianas. El liturgista J. Aldazabal amplía este corazón a toda la Cincuentena Pascual al decir que “parece una exageración, pero las siete semanas de Pascua son, en el corazón del Año Litúrgico, y como motor de todo él, un solo y largo día de fiesta y de gracia. Por eso la Cincuentena pascual, desde la Vigilia pascual hasta Pentecostés, es el tiempo fuerte por excelencia de todo el año cristiano. La fiesta de Pentecostés no es una fiesta aparte, independiente. Es la maduración de la Pascua. La Cincuentena forma una gran unidad con sus dos polos: Cristo Resucitado y su Espíritu” [cf. “La cincuentena pascual”, en Enséñame tus caminos 3: El tiempo pascual día tras día, CPL, Barcelona 1997 (2ª ed), pp. 9-10].

No son pocas las parroquias que, sobre todo a raíz de la Reforma Litúrgica conciliar, han intentado desde una pastoral litúrgica y catequética bien fundamentada en los principios renovadores del Vaticano II (altiora principia), alentar, potenciar y vivir la Vigilia Santa en toda su riqueza teológica, verdad simbólico-sacramental y tensión escatológica, respetando el tiempo de la noche, potenciando todos los signos que la acompañan y posibilitando la animación y participación de verdaderas asambleas comunitarias. Sin embargo, si echamos una mirada estadística y sociológica a las actuales asambleas parroquiales que celebran la Vigilia Pascual, llegamos, fácilmente, a la conclusión de que el corazón de la Iglesia, es decir, la celebración de la Vigilia Pascual, no goza de buena salud y por tanto, esta celebración necesita ser revitalizada y redescubierta como la celebración más importante del Año Litúrgico en la vida de los cristianos del tercer milenio.

 

 

Artículo extraído del libro de JUAN JOSÉ CALLES GARZÓN, La Vigilia Pascual: corazón de la Iglesia, Salamanca: Publicaciones UPSA, 2013, pp. 290-293.

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