ACTUALIDAD DIOCESANA

11/02/2022

Los enfermos, en el corazón de la parroquia

Desde hace casi 44 años, el grupo de pastoral de la salud de  Jesús Obrero, en el barrio de Pizarrales de Salamanca, acompaña a las personas en su sufrimiento, aliviando la soledad de cientos de personas desde su creación. Con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, recordamos su labor

 

SERVICIO DIOCESANO DE COMUNICACIÓN

Todo comenzó en el año 1978, cuando detectaron en el barrio de Pizarrales la soledad de algunos de sus vecinos, que como narra la carmelita de la caridad, María Ángeles Linares, “andaban en las esquinas buscando sol porque tenían frío”. Ella vio nacer el equipo de pastoral de la salud de la parroquia de Jesús Obrero, hace casi 44 años, tras una encuesta que se realizó en el barrio a más de 500 vecinos para percibir las necesidades de los mayores.

Mari Ángeles Linares es la coordinadora de los grupos de pastoral de salud de la parroquia de Jesús Obrero, en Salamanca.

“El problema fundamental que se detectó fue el de la soledad, ni las bajas pensiones ni el frío o las humedades de sus casas”, matizó la actual coordinadora del grupo. A raíz de esta situación, desde la parroquia se intentó dar una respuesta, por un lado, con la creación de un centro de mayores, donde pudieran reunirse y jugar a las cartas, y por otro, “con la puesta en marcha de un grupo de pastoral de la salud, que en un principio fuimos once, pero en nada llegamos a los 25”, relata esta religiosa.

En la actualidad, cuentan con dos grupos, uno de mayores, con 14 personas, y otro de jóvenes, con 13, que se reúnen todas las semanas, los lunes y martes, respectivamente. En cada encuentro, realizan una oración inicial, las vísperas con los mayores, y con los jóvenes, comentando el Evangelio del día, “y después pasamos a la formación, que lo valoramos mucho, porque así nos capacita para hacer una buena visita”. Además, trabajan sus habilidades sociales y ponen en común las visitas de los enfermos, “y todo lo discernimos en comunidad, porque caminamos juntos, la coordinación es compartida”.

Una vivencia de todo el barrio

María Ángeles quiere destacar que la pastoral de la salud no solo se vive en la parroquia, sino en todo el barrio, “porque todos saben que existe un grupo de personas que acompaña a la gente vulnerable, y a veces nos llaman de la farmacia porque han detectado a mayores que están solos, o del centro de salud, nos avisan los médicos o las enfermeras, los vecinos, etc.”. Y esta religiosa reconoce que también se acercan aunque no sean creyentes o no tengan nada que ver con la parroquia, “en Pizarrales nos conocemos todos, y nos piden que vayamos a verles, es todo el barrio el que hace posible nuestro funcionamiento”.

Ignacio Martín visita cada lunes a Adriana Rivera, en el barrio de Pizarrales

Esta responsable del equipo era enfermera de profesión, y recibía los datos de enfermos del barrio también en el hospital, y una vez regresaban a sus domicilios, “hacíamos el seguimiento a través del grupo en sus casas si lo necesitaban”. Ella asegura que forman “una gran familia”, porque durante más de cuatro décadas han entrado en muchas casas de Pizarrales, “nos consideran parte de su familia, porque les acompañamos en la enfermedad, en los duelos o en el dolor, nos hacemos siempre presentes”.

Esta carmelita de la caridad cree que es necesario la existencia de un grupo de pastoral de la salud en todas las parroquias, “porque para Jesús, los enfermos ocuparon un lugar privilegiado”. Para María Ángeles, esta labor es el ministerio del consuelo, “es mitigar el dolor, abrazar la vulnerabilidad, y se realiza a través de estos grupos”. Pero en el caso de los dos grupos de Jesús Obrero, tienen claro que pertenecen a la misión de la parroquia, “que nos envía, es la parroquia la que va a aliviar el dolor, la que se hace presente, y por eso llevamos la comunión, para hacer presente también a la parroquia en los domicilios de las personas”.

Cuatro ministros extraordinarios de la comunión

Ignacio Martín pertenece al grupo de adultos de la pastoral de la salud, en la parroquia de Jesús Obrero, es además ministro extraordinario de la comunión.

Dentro del grupo hay cuatro ministros extraordinarios de la comunión, entre ellos, Ignacio Martín, que desde que se jubiló, hace ya seis años, forma parte del grupo de Pastoral de la Salud. “Mi ilusión era entrar en este grupo, y desde entonces visito a los enfermos en sus casas y les llevo la comunión”, apunta. Lleva 35 años vinculado a la parroquia de Jesús Obrero, desde que entró a formar parte del grupo de matrimonios junto a su mujer.

En todo este tiempo ha perdido a tres enfermos, en tiempo de pandemia, “y tengo la pena de no haber podido estar cerca de ellos en sus últimos momentos”, lamenta emocionado. Con la llegada del COVID-19 tuvo que adaptarse a la situación y la atención pasó a ser telefónica, “les llamaba todas las semanas, y al menos les acompañaba con mi voz”. Este voluntario asegura que la pastoral de la salud ya no solo es llevarles la comunión, “necesitan más el acompañamiento, estar con ellos, escucharlos, darles un ratito de conversación, compartir sus alegrías o penas, estar cerca de ellos”, enumera Martín.

Cada lunes Adriana recibe la comunión.

De toda su tarea es lo que más le gusta a Ignacio, “en estos dos últimos años los enfermos me han ayudado muchísimo en la fe, porque al acompañarlos he crecido en mi fe, y veo las cosas de distinta manera, porque ves las necesidades, y que lo importante es estar a su lado”. Entre las personas que acompaña cita a Javier, un tetrapléjico del barrio, con el que se acerca al hogar de mayores para que se puede relacionar con la gente, “nos tomamos un café”.

Mirar a los enfermos cara a cara

Ignacio Martín subraya que en toda esta tarea “debemos de mirar a los enfermos cara a cara, como personas humanas, que han trabajado muchísimo”. Y cree que en cada visita se lleva consigo la presencia del Espíritu Santo, “por mediación de la parroquia”. Este vecino de Pizarrales también quiere destacar la humildad que tiene Jesús, “que es la que tenemos que tener todos, con los que tenemos al lado, y seguiré en esta labor mientras Dios me dé salud”.

Adriana Rivera besa un pequeño crucifijo tras la oración.

Adriana Rivera, de 97 años, recibe la visita de Ignacio cada lunes. Es un día especial, se viste para la ocasión y enciende una vela. En 1982 entró a formar parte de la comunidad de la parroquia de Jesús Obrero, y del grupo de pastoral de la salud. Ha pasado de visitar a los enfermos, a ser ella acompañada. “Visitábamos a los enfermos y les ayudábamos en lo que podíamos, como comprar medicamentos, o pasear con ellos”. Lo hizo durante muchos años, “junto al párroco, don Jesús, que siempre que podía estaba con nosotros, y le echo mucho de menos”.

Esta vecina apunta con nostalgia que en vez de ir a la iglesia, “la iglesia viene a casa, y ese día me visto de gala, soy feliz“. Y la visita de Ignacio la vive con esperanza, con alegría, “y con resignación, porque a pesar de los años que tengo, pienso mucho, y tengo bastante memoria, aunque no me acompañan los ojos ni los oídos, o las piernas, pero la memoria está intacta”. Adriana cuando tiene un día malo recita las poesías de Santa Teresa de Jesús, “que me aporta mucha tranquilidad”.

La Iglesia en casa

Como ya sabe la hora a la que llega Ignacio a visitarla ya tiene la puerta entreabierta, “lo vivimos con alegría, es un poquito como si fuera a la iglesia y estuviera con ellos, la iglesia está aquí, somos todos”. En su visita, realizan una oración, leen el evangelio, “y lo comentamos, cómo lo vivimos nosotros, porque hay veces que no sabemos interpretarlo”.

Adriana recuerda también que ser cristiana creyente no ha sido fácil, sobre todo en la guerra civil, “fue tremenda la persecución, pero teníamos a un párroco, don Ramón, que era un santo, como don Jesús”. Anima a la gente a unirse al grupo de pastoral de la salud, “serán felices, que no se queden en casa, y sientan esa vivencia”.

Ella tiene un mensaje para los mayores que están solos y enfermos, “que pueden contar con la parroquia, que no se queden solos, se sentirán mejor”.

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