ACTUALIDAD DIOCESANA

06/11/2020

La “familia” diocesana de San Mateo y La Anunciación

Siete mujeres, vinculadas a estas dos parroquias del barrio de Garrido, relatan su papel dentro de la comunidad, y sobre todo, cómo se sienten en ella

 

En uno de los salones parroquiales de San Mateo, en el corazón de Garrido, unas manos entrelazadas decoran una de sus paredes. Un gesto que simboliza la “gran familia” que conforman. Con motivo de la celebración del Día de la Iglesia Diocesana, el próximo domingo, 8 de noviembre, nos adentramos en las entrañas de la Unidad Pastoral San Mateo-La Anunciación, para dar a conocer la realidad de su comunidad, su papel en ella y conocer de primera mano lo que la Iglesia diocesana les aporta.

Nacho Gómez es párroco de la Unidad Pastoral San Mateo-La Anunciación, en la ciudad de Salamanca.

El párroco de esta unidad pastoral es el sacerdote diocesano, Nacho Gómez Carreño, quien realiza esta labor desde hace ya casi 12 años. “¿De qué se compone la familia de mi unidad pastoral?”, se plantea. Y aclara que tiene muchas vertientes, “no como hace 25 años, porque estamos en 2020 y tenemos que asumir la realidad en la que vivimos a nivel pastoral, de evangelización, etc.”.

Este pastor de la Iglesia salmantina realiza un análisis del perfil de sus feligreses: “Somos un pequeño resto aquí en Garrido, con mucha gente mayor a la que podemos ir acompañando, y lo único que hago yo es animar, lo que uno va viendo, lo que el Señor le va inspirando y le va empujando, y con mucho ánimo viviendo este momento de pandemia de la Covid-19”. En este sentido, Gómez Carreño asegura que está viviendo momentos “muy dolorosos, sufrientes en muchas familias”. Este sacerdote reconoce que se están viviendo momentos tristes y dolorosos, “pero esperanzados, porque creo que el Señor nos va a ayudar realmente a seguir saliendo a flote, y nos va a agarrar la mano para que no caiga nuestra fe”.

Cercanía con sus feligreses

De todos los años de ministerio en estas parroquias, Nacho Gómez valora la cercanía, “el ser amigo de cada uno de los feligreses que hay en este barrio, y en especial, de los que más sufren, que son los enfermos, las personas mayores, que hay que acompañar la soledad que tienen, porque jóvenes hay cada vez menos, y los niños van bajando muchísimo, pero vamos cogiendo las facetas de la Iglesia con la humildad y pequeñez que tenemos en este momento que nos corresponde”.

Amelia Barahona colabora en cáritas parroquial.

Este párroco tiene claro que el momento actual hay que vivirlo con la mayor osadía y libertad, “y, sobre todo, sabiendo que no depende de nosotros, que lo que nos engrandece es el Señor, nosotros somos pequeñitos, y es el Señor el que nos hace grandes”.

Un total de siete mujeres vinculadas a la Unidad Pastoral San Mateo-La Anunciación relatan su compromiso con la comunidad parroquial y aquello que les aporta en sus vidas. Amelia Barahona lleva en la parroquia unos 50 años, y en la actualidad, habla de su labor en el grupo de Cáritas desde su jubilación. “Sentía la necesidad de hacer algo por los demás, que mi tiempo se llenara, que mi pertenencia a la Iglesia fuera más viva, y aquí encontré, en el grupo de Cáritas, mi sitio, mi espacio, y me he enriquecido muchísimo, porque al ver las necesidades de los demás, te vas enriqueciendo y vas viendo lo que a ti te sobra, y lo que necesitan los otros”, subraya.

La labor de Cáritas parroquial

Esta mujer laica confirma el cambio en la actividad de Cáritas como consecuencia de la pandemia: “La actividad no ha aflojado, porque las necesidades son mucho más grandes, y la acogida se hace con cita previa, cada día hay más”. Amelia Barahona asegura que las necesidades son “acuciantes”, porque la gente se queda en paro, “los ERTES no se pagan, las ayudas mínimas vitales no llegan tampoco, y la gente se está viendo realmente en grandes apuros y necesidades”. Para ella, el trabajo es “arduo”, pero la enriquece mucho, “y es una forma muy bonita de hacer Iglesia, y de ver que todos somos hermanos, y que necesitamos unos de los otros”.

Consolación es ministra extraordinaria de la eucaristía.

Consolación Montes lleva cuatro décadas vinculada a su parroquia, donde entre otras tareas, ha sido catequista de preconfirmación y prebautismal. “En estos momentos, simplemente soy ministra extraordinaria de la eucaristía, y llevo la Comunión a los enfermos”. Ella reconoce estar a disposición de lo que le mande el párroco, “y estoy contenta de vivir en esta Iglesia, porque somos la familia de la gran familia, y donde se tiene que encontrar la confianza, el amor, la fraternidad y el encuentro”. Consolación tiene claro que “tenemos que estar al lado del que sufre y del que más lo necesita”, y añade que, al estar cerca del hermano, “estoy siempre cerca de Dios, y es vivir esa presencia y decirle: “Señor, qué es lo que tú quieres de mí”. Aquí estoy abierta a lo que tú me pidas”.

Loren Pinto colabora y participa en el grupo de mayores de la parroquia.

Otra de las laicas comprometidas con esta unidad pastoral es Loren Pinto, con más de 50 años de vida en la parroquia. “He participado en diferentes grupos de la parroquia, aportando lo que podía, porque tampoco soy muy experimentada en muchas cosas”, subraya. Entre sus colaboraciones destaca su tarea de catequista con niños, en el coro, o en los grupos de adultos, … En la actualidad, está vinculada al grupo de formación de mayores, “Nacho presenta los temas, y nosotros lo trabajamos o lo hablamos”. Ella se siente bien al saber que pertenece a la parroquia, “el saber que estás haciendo también algo por los demás, que no solamente me quedo con lo que aprendo para mí, sino para que los demás también puedan sacar buen provecho de ello, y de que soy Iglesia diocesana”.

La alegría del Evangelio

Mariky Ordiales pertenece al grupo de pastoral de la salud parroquial y diocesano.

Mariky Ordiales lleva 12 años en San Mateo, y colabora con el blog parroquial, “y a través de los grupos de los que formo parte, como el de adultos, la pastoral de la salud, y ahora, por desgracia, no podemos ver a la gente, aunque yo las llamo a los timbres, y se asoman por la ventanas, y desde ahí, les saludo”.  Ella procura llevar la alegría del Evangelio a todo el mundo que la rodea, “sin mirar a quien, porque tenemos que intentar ver el rostro del Señor en cada persona que tenemos al lado, en frente, no pasar de largo ante una persona que realmente te necesite, que no seamos egoístas, que procuremos la unidad de todos, que somos todos familia, que somos todos hijos de Dios y arropados por nuestra Virgen”.

Para Mariky, pertenecer a la parroquia le ha aportado vida, “porque yo venía de una enfermedad grave, y me acogió. Somos todos una gran familia en la cuál intento dar mi rostro de alegría, de que el Evangelio es todo alegría, no es tristeza”.

Toñi Iglesias colabora en las tareas de limpieza del templo.

Del grupo de limpieza, muy importante en este tiempo de pandemia, es Toñi Iglesias, quien comenta que es una labor “muy sencilla”, pero es consciente de la importancia de que el templo esté siempre limpio. Ella también pertenece a la pastoral de la salud. “Me siento en mi casa, es mi otra casa, estoy contenta”, admite.

La importancia de los catequistas

Milagros Velázquez lleva muchos años colaborando como catequista, más de treinta. “Entramos muy jóvenes, y me influyó mucho la catequista de mi hijo el mayor, porque al año siguiente de tomar la Comunión, me dijo que el regalo más grande era que yo me hiciese catequista”, relata. Quizás, Milagros echa de menos a la gente joven, “que los padres se hagan catequistas, porque nosotras somos ya muy mayores, y nos tenían que relevar”. Ella también pertenece al grupo de mayores y al de liturgia. “Aportamos aquí en la parroquia lo que podemos, y yo sin mi parroquia no estaría, me gusta mucho ayudar a los que puedo, y esa es mi vida”.

Milagros Velazquez es catequista de niños.

Entre los testimonios está el de la religiosa Filomena Serrano, jesuitina, quien lleva tres años vinculada a la parroquia, “donde me siento acogida”. Ella ha realizado su labor como misionera durante 40 años, “y cuando he regresado a España, hace cinco años me quedé como perdida, y me sentía como una mujer sin historia, no encontraba mi lugar en el mundo, como yo lo había tenido”.

Pero desde que llegó a la parroquia, “me he encontrado con un párroco muy acogedor, he encontrado mi segunda casa de misión, y estoy muy a gusto, me han acogido con mucho cariño”. Ella misma se pregunta: “¿Qué hago?”, a lo que responde con humildad: “Nada, estoy”, porque cree que se le ha pasado la vida para hacer cosas grandes, “pero estoy en la parroquia, es una manera de estar también en la vida, y estoy muy a gusto con todas”. También colabora como catequista de Comunión. Fuera de la parroquia, también es voluntaria en Ranquines, “voy tres días a la semana”, y en la parroquia, va a varios grupos, “y vengo todos los días a la eucaristía, para encontrarme en comunidad, para no añorar tanto lo que tuve que dejar”.

El papel de las mujeres

Tras escuchar el testimonio de este grupo de mujeres de la parroquia, el sacerdote de esta unidad pastoral insiste en que son las mujeres, “las que están llevando el peso de esta gran familia, y que hay que reconocérselo abiertamente y con fuerza, y yo lo reconozco, y tengo que decir que sin ellas no podría tirar de esta familia para adelante”. Nacho Gómez Carreño reitera que dentro de la comunidad diocesana, “son muy importantes los laicos”.

Este párroco también recuerda que dentro de la Iglesia diocesana tiene otros “hogares”, como el de profesor de Religión en el IES Fernando de Rojas, “y quiero poner en valor la importancia que tienen los profesores de Religión, su papel en esta gran familia, y que son fundamentales a la hora de la evangelización de los adolescentes y de los jóvenes”. Otro hogar para Gómez Carreño es la Hermandad de Jesús Amigo de los Niños, y asegura que también “hay que poner en valor a las cofradías en esta familia”.

 

Nacho Gómez junto a Filomena Serrano, jesuitina y catequista en la parroquia de San Mateo.

 

 

 

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