ACTUALIDAD DIOCESANA

05/06/2020

Huellas de Jesús en Bonifacia

Con motivo de la fiesta de Santa Bonifacia Rodríguez de Castro, cuya memoria se celebra 6 de junio, la Sierva de San José Rosario Hernández perfila en este artículo las huellas de Jesús en la santa salmantina, fundadora de su congregación y promotora de la mujer trabajadora

Huellas de Jesús en Bonifacia

Anda buscando Jesús quien padezca con Él, 
quien le ame, quien le siga… 
Si nosotras no seguimos sus huellas,
quién le seguirá?
(Santa Bonifacia)
Este texto de hondas raíces ignacianas que aparece en uno de los discursos de Bonifacia es muy esclarecedor porque seguir a Jesús es seguir sus huellas, es decir, vivir como él vivió.
En ella se encuentran huellas claras de Jesús que iluminan y animan el caminar de quienes queremos seguirlo.
Recogemos aquí alguna de esas huellas.

I. COMO JESÚS SIERVO 

Bonifacia se sintió llamada a identificarse con Jesús Siervo.
Jesús es el Siervo de Yahvé, y Bonifacia vive con actitud de “sierva” del Señor y, por eso mismo, servidora de los demás. Es Sierva de san José, es  decir, sierva al estilo de san José. Es sierva al estilo de María y de José de Nazaret, siempre disponibles al querer de Dios.

Complacer al Señor en todas sus acciones

Una actitud de Jesús Siervo es su constante unión con el Padre: “El Padre y yo somos uno”. Su alimento es hacer su Voluntad, de modo que la obediencia al Padre es una actitud fundamental para Jesús. Lo que moviliza su vida es agradarle en todo: “Yo hago siempre lo que le agrada”. (Jn 8,30)
Esta es también la actitud constante en Bonifacia, según el testimonio que nos da una compañera suya de la comunidad de Zamora, Socorro Hernández:
“Su único cuidado en este mundo era: complacer al Señor en todas sus acciones”. (Socorro H. p. 50)

Vivir desde abajo 

Bonifacia en su taller en la Casa de Santa Teresa en Salamanca.

Estar disponible a la voluntad del Padre le supuso a Jesús un abajamiento, un descenso profundo que le llevó a encarnarse en Nazaret y hasta morir en la cruz.

Bonifacia contempló a Jesús a la luz de la palabra de Filipenses 2, 5-8 en la que se nos dice que Cristo, en un descenso profundo, asume la condición humana e, incluso, la condición de siervo. De este texto toma Bonifacia algunas palabras en uno de sus discursos para decir a sus hijas cómo hemos de vivir
“siguiendo a Jesús, que olvida su condición y su rango de Dios y se hizo pequeño como los hombres, porque vino a servirlos y no a ser servido por ellos”.
Como Jesús Siervo, a quién ella sigue de cerca, mantiene siempre esta actitud de sierva, viviendo desde abajo en su estilo de vida y trabajo y en su proyección evangelizadora, haciendo una opción prioritaria por las mujeres trabajadoras por las que sentía una profunda compasión y ternura, y por quienes se desvivía por su promoción y dignificación.

Silencio en la humillación y el sufrimiento 

Jesús Siervo se manifiesta despojado, indefenso, humilde y silencioso en la humillación y el sufrimiento.
Como Jesús, Bonifacia es sierva humilde que no quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo vacilante. En Él fija su mirada en situaciones de confrontación y sufrimiento y así nos invita a que hagamos nosotras:
 “¡Cuánto tenemos que aprender de Jesús, sobre todo contemplándole en su pasión! ¡Qué ejemplo nos da! ¿Por qué al verlo a Él tan callado, sufriendo y padeciendo, no guardamos nosotras ese precioso silencio?
Cuando el Evangelio refiere las calumnias de que acusaban al Señor,  dice que Jesús callaba” (Mt 26, 63).
Bonifacia guarda silencio ante las ofensas y humillaciones que le hacen, como su Señor en la pasión: No se queja, no condena, no dice nada.
El silencio es el signo de su vida, un silencio que la lleva a la indefensión de la no violencia y al perdón cargado de amor.
Hay un silencio previo al silencio de la Pasión, es el silencio de Nazaret, silencio prolongado de los años de Jesús trabajador.
Bonifacia vive también este silencio de Nazaret. Como María, en actitud de escucha de la Palabra para guardarla en el corazón y esperar a que germine. Como José, el hombre justo, atento siempre a la voz de su Señor.

II. SEGUIDORA DE JESÚS EN NAZARET

El taller de Bonifacia más presente que nunca a través del proyecto Hilandera

Jesús en Nazaret es un trabajador manual como otro cualquiera, un artesano, un carpintero, un obrero. Después de trabajar el Hijo de Dios, ningún trabajo es ya indiferente. Por irrelevante que parezca, adquiere una valoración muy importante: se convierte en lugar de encuentro con Dios y en espacio especial para construir su Reino, como lo hizo Jesús.

Bonifacia es también una trabajadora manual, una artesana que, a la luz de Nazaret, da sentido y valor al trabajo hermanándolo con la oración, y colaborando con otras mujeres para que encuentren su autonomía y libertad a través de un trabajo digno en los Talleres de Nazaret.
Fue conducida por el Espíritu a Nazaret y, seducida por Jesús artesano, da nuevo sentido y color al trabajo y al vivir cotidiano. Francisco Butiñá, fundador con ella de las Siervas de san José, es su guía en esta maravillosa aventura de levantar la luz de Nazaret en la oscura noche del mundo del trabajo.
El Taller de Nazaret es una alternativa evangélica para vivir y anunciar el evangelio del trabajo desde lo cotidiano, lo humilde, lo pequeño. El trabajo es cauce de alabanza y medio de solidaridad.
Bonifacia es maestra y referente en este evangélico quehacer.

III. PASIÓN POR LA UNIDAD

Jesús manifiesta a lo largo de su vida su deseo de comunión y unidad.
 “Que todos sean uno como el Padre y yo somos uno” (Jn 17,21)
“Que se forme un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10, 16).
Escultura de Santa Bonifacia, en la Gran Vía de Salamanca.

Bonifacia cree en la unidad y trabaja por la unidad de todas las Siervas de san José, sin conseguirlo durante su vida. Ella dirá en su comunidad de Zamora:

No le deis más vueltas, mientras yo viva no se hará la unión.
Su muerte fue la semilla enterrada que hizo germinar el fruto de la unión, al año y medio de su muerte.
Solamente un amor como el de Bonifacia, que siempre tendió puentes en vez de levantar muros, fue capaz de superar justificaciones, actitudes y posturas inflexibles. Le dolía profundamente la división, le urgía el amor. Y, perdonándolo todo y siempre, se dejó caer en el silencio y olvido como grano que muere para engendrar vida.

Perdonar siempre 

Jesús, nos recomienda perdonar hasta 70 veces 7, es decir, perdonar como él nos perdona, siempre. El perdón nos hermana, nos hace vivir como hijos suyos. Jesús perdona e incluso disculpa, como hace con uno de los ladrones que tenía como compañeros en la cruz: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
Uno de los rasgos evangélicos más característicos del amor fraterno de Bonifacia es el perdón, actitud que Jesús quiere que nos distinga a sus seguidores. Bonifacia lo integró en su vida con extraordinaria fidelidad: perdonó en condiciones muy dolorosas e injustas, como Jesús en la pasión: rechazos, humillaciones, injusticias, calumnias… Todo quedó guardado en su corazón, sellado siempre por el silencio. Como Jesús (Mt 26, 63) ella también callaba.
Sepulcro de Santa Bonifacia. Capilla del Colegio Sagrada Familia. Salamanca.

Bonifacia nos ayuda con sus palabras a disponernos a un verdadero perdón:  “Tenemos que ser muy sufridas y muy resignadas, sufriéndonos unas a otras nuestras miserias y faltas con grandísima paciencia, porque, si nosotras no nos sufrimos siendo todas miserables, ¿cómo queremos que nos sufra Jesús que es todo santidad?

Olvidemos por fin, amadas Hermanas, las ofensas que unas a otras nos hayamos hecho y no andemos miserables al perdonarnos”.
No solamente nos lo propone, sino que ella misma perdona siempre y de todo corazón Así lo hace ante la actitud hostil que tuvo que soportar por parte de la comunidad de Salamanca. Como Jesús en la cruz, tiene siempre palabras de amor y de disculpa para quienes la habían ofendido:  “Aunque tantos desprecios había recibido de ellas, no fueron capaces de entibiar el amor que les tenía, que muchas veces le oímos decir que si las volviera a ver, que con el mismo amor que antes les tenía, con ese mismo amor las abrazaría” (S.H. 20, 21)”.
Bonifacia fue testigo de bondad y misericordia, por eso pudo y supo perdonar.
Estas son algunas de las huellas de Jesús en Bonifacia.
Solamente quien sigue las huellas de Jesús experimentará qué esas mismas huellas se irán haciendo Vida en su vida, como sucedió en Bonifacia.
Rosario Hernández, Sierva de san José
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