ACTUALIDAD DIOCESANA

03/04/2019

Los entresijos de la capilla de Santa Catalina

Este espacio del claustro de la Catedral Vieja ha tenido diferentes usos a lo largo de su historia, desde el funerario, académico, hasta convertirse en una biblioteca o ser el lugar donde fueron absueltos los templarios. El Cabildo lo ha recuperado desde hace unos meses para convertirlo en un espacio de acogida, de evangelización y de encuentro.

Eva Cañas | La Capilla de Santa Catalina se encuentra en el claustro de la Catedral Vieja de Salamanca, conocida también como Capilla del Canto, por ser el lugar destinado para el ensayo del canto. Su primera función fue funeraria, al igual que otras capillas del claustro de la Catedral Vieja, y por eso cuenta con varios arcosolios. Pero no ha sido la única, entre sus paredes han sucedido hechos que quizás no todos conocen.

La capilla jugó un papel importante en los inicios del Estudio Salmantino, cuando Alfonso X El Sabio establece en este lugar la Cátedra de Música, con los primeros directores musicales. Algo quizás más desconocido para el público general es que en 1310, en esta capilla los templarios fueron absueltos tras haber sido acusados de heterodoxia y de que llevaban una vida impúdica. Así lo relata en las entrañas de la misma capilla el director del Servicio de Patrimonio de la Diócesis de Salamanca, Tomás Gil. “Se cree que fue el obispo Don Pedro el que ordenó levantar esta capilla de Santa Catalina, aparece en la documentación de la Catedral, ya que pertenecía a una cofradía que tenía esa advocación, y por las fechas coincide con su devoción”, aclara.

Originariamente destinada a ser biblioteca capitular

Cabe destacar que la capilla primitiva, del siglo XIII, no tenía el mismo tamaño que la actual. Su ampliación tuvo un objetivo claro: convertirse en biblioteca de la Catedral. “El obispo de Salamanca, Gonzalo Vivero, cuando muere en 1480 deja a la Catedral su biblioteca, pero con la condición de que se haga una, que no existía, para crear la librería catedralicia, donde se albergaran sus volúmenes y pudieran ser estudiados”, detalla Gil. El Cabildo al aceptar la donación deja la ampliación de la capilla de Santa Catalina de manos del arquitecto Martín Caballero, “el del Primer Duque de Alba, que está construyendo para él la iglesia de San Jerónimo de Alba de Tormes”.

Foto: Óscar García

El encargo lo recibió en 1488 y tenía dos años de plazo para realizarlo. Y decidió romper la altura original de la capilla (se conserva resto de la madera del artesonado en una de las paredes) y respetar los muros perimetrales. Desde ese momento pasó de tener 10 a 20 metros de altura, y otros 30 de algo. El director del servicio diocesano de Patrimonio resalta su proporción, “de 20-30, que da la impresión de un espacio diáfano, no da sensación de grandeza, es homogéneo”, y como anécdota también asegura que los 20-30 son las medidas que se más se repiten en los cuadros, como el de La Purísima, de Rivera, o El Caballero de la Mano en el Pecho, de El Greco.

Y como el proyecto era para albergar una biblioteca se necesitaba mucha luz, “se abren unos grandes ventanales”. Tomás Gil resalta su bóveda “celestial”, donde enumera la jerarquía de los personajes que en ella se representan: “Según entras por la puerta está Santa Catalina, la Asunción (que es la primera Inmaculada, de las más antiguas, con la luna bajo sus pies), y por último, Jesús Resucitado”, describe. Otro detalle de las bóvedas son los angelitos allí representados en los nervios, “que tocan instrumentos y nos sitúan en el cielo, la música nos eleva al lugar donde vive Dios y vivirá con Él toda la humanidad al final”.

Estos ángeles se transforman en querubines cuando están ante la presencia de Cristo Resucitado. Como subraya el responsable del servicio de Patrimonio, esta es una manera de recordar que, dentro de la biblioteca, “aunque la sabiduría la busquemos en los libros, ésta es la auténtica, la que veamos en el cielo”. Francisco Gallego fue el encargado de dar la policromía a la bóveda, aunque en el siglo XVIII se dio una capa pictórica, “que es muy basta”, aunque se conserva debajo la original. Y para que esa bóveda se ilumine más, se abren unas ventanas de menor tamaño en la parte superior, en diferentes puntos para que siempre entre luz, sin importar la hora del día.

Foto: Óscar García

Otro elemento que destaca Gil de este espacio son sus ménsulas, “que recogen los nervios de las bóvedas, donde están unos ángeles con escudos, entre ellos, el de Santa Catalina, el de Castilla o el de la familia Vivero”.
Precisamente, el obispo Gonzalo Vivero fue enterrado en un sepulcro de la capilla, pero posteriormente se trasladó en el siglo XVII a la cabecera de la Catedral Vieja. Otro personaje ilustre que sí permanece enterrado en la capilla es el músico y compositor Manuel Doyagüe, maestro de capilla de la Catedral.
Además de lo mencionado anteriormente, Santa Catalina también se utilizó como aula de la Universidad de Salamanca, “en el siglo XVI hubo un boom de estudiantes, con más de 7.000 alumnos, y se necesitaba más espacio”, o lugar de celebración de las colaciones de Grado. Asimismo, como Salamanca dependía de Santiago de Compostela, “aquí se celebraron sínodos compostelanos, con los obispos”. La biblioteca se desmanteló a partir del siglo XVI, por el desuso.

Y si hay algo que destaca Tomás Gil de este espacio es que fue modelo de inspiración para querer crear la Catedral Nueva: “Cuando el Cabildo vio estas bóvedas góticas, la altura y la luz, y van a la Catedral Vieja y la ven oscura, pequeña, “piden al Rey que quieren hacer una Catedral nueva, y se concede, y en 1512 se colocó la primera piedra”. Cabe resaltar también el retablo que tuvo la capilla, de Francisco Gallego, y que en la actualidad está expuesto en las Salas Capitulares de la Catedral Vieja, “al igual que las puertas, de Pedro Bello”, que se lo encargaron sobre la vida de Santa Catalina, y la Pasión de Cristo.

**(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de ‘Comunidad’, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca)

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