ACTUALIDAD DIOCESANA

14/10/2019

Manos que elaboran las sagradas formas

Las hermanas Clarisas realizan esta tarea desde hace más de cinco décadas en el Convento de Santa Clara de la capital salmantina, aunque en unas semanas se trasladarán al del Corpus Christi para seguir con esta labor

Todavía es de noche cuando las hermanas María Obdulia y María de la Unidad encienden la máquina con la que elaboran las formas. Son las cinco de la mañana. “Con el calor se estropea la masa porque se pega en los moldes”, detallan. El centro de operaciones es una de las estancias del Convento de Santa Clara, donde tan solo quedan cuatro hermanas en la comunidad, dos de ellas dependientes.

Abren sus puertas para dar a conocer la elaboración de las formas en el mes de agosto, cuando ya tienen planificado que en otoño abandonen esas paredes, levantadas desde el siglo XII, para seguir con esta misma tarea junto a las hermanas del Corpus Christi.

Hasta que llegue ese momento, estas hermanas clarisas solo cuentan con cuatro manos para elaborar las formas, las de las hermanas María de la Unidad y María Obdulia, que además tienen que cuidar de las otras dos integrantes de la comunidad, las hermanas Inmaculada y María Clara, de 96 y 97 años.

Pasillos y celdas vacías

Entre los muros del convento de Santa Clara se respira sosiego y calma, con pasillos igual de inmensos que vacíos por la falta de vocaciones. En unas semanas se trasladarán al convento del Corpus Christi y dejarán atrás las estancias en las que han permanecido casi toda su vida, ya que estas religiosas de vida contemplativa traspasaron sus puertas con 16 o 17 años, y sus edades rondan entre los 70 y los 97.

Pero las hermanas no están tristes, “su vida está entregada a Dios”, como admiten, y con ello, “a lo que la vida le depare junto a Él”. Además, la intensa elaboración de miles de formas no les da ninguna tregua para pensar en el inminente traslado.

Desde su convento abastecen a gran parte de la Diócesis de Salamanca: “Hoy vienen a recoger 7.000 formas para una parroquia de la ciudad”, aclara María Obdulia, y así casi cada día. De memoria enumeran las cantidades, siempre de tres cifras que reparten por las diferentes parroquias o comunidades religiosas de Salamanca. Depende de la época del año, ya que en verano desciende la demanda, pero en los meses de las comuniones, se incrementan los pedidos. “Hay pedidos de 15.000 y 20.000, algunos semanales”, subrayan estas hermanas clarisas.

20.000 formas cada jornada de trabajo

Cada vez que se ponen a elaborar formas, la media habitual es realizar unas 20.000, que van almacenando para atender toda la demanda de los sacerdotes y religiosos. El primer paso siempre es calentar la máquina mientras preparan la masa, con dos únicos ingredientes: harina de trigo y agua.

Y aunque en el Convento de Santa Clara quedan tan solo cuatro hermanas, han llegado a vivir hasta 34, como así lo recuerdan las más veteranas. La mayoría de sus 21 celdas ya están vacías, con maletas por hacer ante la inminente marcha definitiva al convento del Corpus Christi. A sus 97 años, la hermana Inmaculada es la de mayor edad, y en este mes de octubre cumplirá uno más. Al convento llegó en 1940, con 18 años. La sigue muy de cerca en edad, la hermana María Clara, con 96.

Las más jóvenes son María de la Unidad, que lleva 22 años en Salamanca, aunque desde 1963 pertenece a la orden de las Clarisas, y la actual abadesa, la hermana María Obdulia. Ella tenía 15 años cuando entró a Santa Clara, en 1968, hace ya más de 50 años, y fue la número 28.

De forma automatizada

Por aquel entonces, ya se elaboraban allí las formas. “Eran unas máquinas mucho más pequeñas, que ahora están en el museo, y teníamos que estar tres o cuatro hermanas de continuo con ello, no dábamos abasto”, relata. Con el paso de los años fueron ampliando las máquinas, hasta llegar a la actual, que hace las placas de forma automatizada, “coge la masa, la distribuye en la placa y lo único que hacemos de forma manual es cogerla una vez que está hecha”.
El siguiente paso que realizan estas hermanas clarisas es bajar las placas de las formas a un ‘revenidor’, situado en la planta baja del convento, “porque salen de la máquina tan crujientes que de otra forma se romperían, y aquí se humedecen, las colocamos en unas redes”, detalla la hermana María Obdulia.
Ellas trabajan tres tamaños, la forma grande, la del sacerdote, y dos pequeñas, una de ellos que se denomina primitiva.

 

 

(Puedes leer el reportaje completo en la edición impresa de Comunidad, la revista oficial de la Diócesis de Salamanca). ¿Quieres suscribirte? lo puedes hacer en este enlace

 

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